Empezamos el día visitando el barrio de Ein Karem. Para los peregrinos cristianos, Ein Karem tiene una especial significación por ser el pueblo natal de Zacarías e Isabel, los padres de San Juan Bautista, así como el lugar de la Visitación, donde María, la madre de Jesús, visitó a su prima Isabel antes del nacimiento de Juan.
En Ein Karem se encuentra el Manantial de María, porque según la tradición cristiana, la Beata Virgen María se detuvo aquí para beber mientras visitaba a su prima. A corta distancia del manantial se encuentra la Iglesia franciscana de la Visitación, que conmemora la visita de María a Isabel. Existe una pequeña gruta y una roca, donde se supone que tuvo lugar dicho encuentro.
La encantadora iglesia de dos niveles fue erigida en 1955 sobre ruinas bizantinas y de los Cruzados. En el patio, los peregrinos son bienvenidos por uno de los himnos favoritos de la Iglesia, el Magnificat de María (Lucas 1:46-55), que ella rezaba cuando se encontró con Isabel, escrito ahora en no menos de 47 idiomas en el muro que da hacia la iglesia.
Volviendo a bajar por la colina, del otro lado del pueblo, se llega a la iglesia franciscana de San Juan Bautista. En el interior de la iglesia hay una gruta, que la tradición identifica con el lugar de nacimiento de Juan. El muro del patio de la iglesia, muestra la oración de acción de gracias que Zacarías decía cuando Juan nació, el Benedictus (Lucas 1:68-79) en 24 idiomas.
Además de las dos iglesias franciscanas, Ein Karem es también la sede de una hermosa iglesia rusa con sus cúpulas, el convento griego ortodoxo de San Juan (que pudimos ver de lejos) y el monasterio de Nuestra Señora de Sion, edificado en 1860, cuyo nombre evoca el judaísmo de María y su estrecha identificación con Israel.
Después de estas interesantes visitas, nos dirigimos a la parte moderna de la ciudad para visitar el Santuario del Libro en el Museo de Israel. El Santuario del Libro se construyó para custodiar y exhibir los siete primeros manuscritos descubiertos en Qumrán en 1947. Este emblemático edificio, cuya simbología hace recordar a la de un templo antiguo para expresar así un profundo significado espiritual, está considerado un punto de referencia internacional de la arquitectura moderna. Diseñado por los arquitectos judíos americanos Armand P. Bartos y Frederic J. Kiesler, fue inaugurado en una destacada ceremonia el 20 de abril de 1965.
Su ubicación en un mismo entorno junto con las instituciones oficiales del Estado de Israel — la Knesset (Parlamento), Ministerios gubernamentales, el Tribunal Superior de Justicia, la Biblioteca Nacional — da fe de la importancia nacional otorgada a estos escritos antiguos y al edificio que los preserva.
La cúpula blanca imita la forma de las tapas de las jarras donde se encontraron los primeros manuscritos. El fuerte contraste entre el blanco de la cúpula y el negro del muro de basalto que se alza frente a ella simboliza la tensión presente en los manuscritos entre el mundo espiritual de los “Hijos de la Luz”, tal y como los miembros de la secta se autodenominan, y sus enemigos, los “Hijos de las Tinieblas”.
El corredor que conduce al interior del Santuario se asemeja a una cueva, recordando así el lugar donde fueron descubiertos los manuscritos.
La exposición en el Santuario del Libro representa un viaje a través del tiempo, permitiendo trazar la evolución del Libro de los Libros mediante un enfoque académico-histórico. Las galerías en la planta superior conducen al visitante a través de los manuscritos más antiguos, descubiertos en el desierto de Judea. La galería inferior relata la extraordinaria historia del Códice de Alepo, el más cercano al texto de las ediciones impresas de la Biblia hebrea que se utilizan hoy en día.
Junto al Santuario del Libro se encuentra la Maqueta de Jerusalén en tiempos del Rey Herodes y Jesús de Nazaret. Jerusalén en su máximo esplendor, a punto de ser destruida. La escala es de 1:50, es decir que dos centímetros en el modelo representan un metro en la realidad. En el año 2006 fue cortado en mil piezas para poder ser trasladado a su ubicación actual.
También visitamos el Museo del Holocausto en Jerusalén, quizá el más importante del mundo. Tiene una fuerza demoledora, y no porque sea una colección de imágenes atroces de la Shoah, que podría serlo, sino porque es mucho más que eso. Es la minuciosa descripción del proceso que desembocó en la Solución Final, pero que había empezado en los años 30 en Alemania.
El Museo, que fue renovado completamente hace unos años, es además un ejercicio no solo de historia, sino en cierto sentido de estilo. Las imágenes elegidas, los objetos acumulados, la forma en la que los hechos pasan a nuestros ojos tienen un gran impacto y todo se ha tratado y elegido con un más que cuidado simbolismo en el que ningún detalle es banal y nada debe pasar inadvertido.
Uno de los lugares más impresionantes es el memorial de los niños. Un espacio oscuro en el que muchas velas y un juego de espejos reproducen casi el millón y medio de vidas que se apagaron brutalmente. Mientras tanto, y de forma ininterrumpida, se escucha el nombre, la edad y el lugar de nacimiento de cada uno de los fallecidos. Uno a uno, uno tras otro, durante días y días en un interminable y estremecedor bucle que no deja de oírse.
Después de todas estas visitas nos llevaron a comer a un shawarma, de nuevo carísimo para la calidad de la comida, y proseguimos después con la visita al Monte de los Olivos, para apreciar la magnífica vista panorámica de la ciudad.
Para cristianos y judíos, el Monte de los Olivos es el lugar más sagrado de Jerusalén, después de la ciudad antigua. Personas de todo el mundo llegan a este impactante destino sagrado de enorme interés histórico y cultural.
Según la tradición cristiana, el Monte de los Olivos fue el escenario de eventos importantes en torno a la vida de Jesucristo. Aunque la ubicación exacta de estos lugares es aún materia de discusión, los antiguos templos e iglesias construidos hace algunos siglos para conmemorar estos hechos dan importancia espiritual al monte para los creyentes.
Visitamos el Huerto de Getsemaní y la Basílica de la Agonía. En el Huerto de Getsemaní, Jesús predicó a sus discípulos y fue arrestado. Su nombre procede de las dos palabras hebreas 'gat-shemen', que significa 'prensa de olivo'. En esta zona arbolada, la Biblia sitúa algunos de los lugares donde Jesús impartió sus enseñanzas, se refugió de la persecución de las autoridades o buscó consuelo durante sus últimas horas antes de ser arrestado, sudando sangre y debatiéndose entre el temor y el deber, como requería su padre, ante el que se rindió: "Hágase su voluntad y no la mía".
Impresionan los olivos de enorme grosor, y el aspecto milenario que presentan no admite dudas de su antigüedad. Especialistas en botánica les calculan hasta dos mil años, y los más creyentes aseguran que ¡¡son los mismos que contempló Jesús!!. Además, de uno de estos árboles, se dice que se ahorcó Judas.
A través del Huerto de Getsemaní, se llega a la Basílica de la Agonía, adquirida por los franciscanos en el siglo XVII. Según la tradición, está construida en el lugar donde Jesús oró antes de su traición y arresto. Se la conoce también como Iglesia de Todas las Naciones, ya que 16 países participaron en su construcción a principios de los años 20.
El templo se construyó sobre las ruinas de dos iglesias anteriores, una bizantina y otra de la época de los cruzados. En la actualidad, restos del mosaico original aún se conservan y sirvieron de modelo para la construcción del mosaico del suelo actual.
En el interior de la iglesia, seis columnas sostienen las doce cúpulas doradas de intensos colores. En la parte central se halla una roca sobre la cual se cree que oró Jesucristo tras finalizar la última cena y antes de su detención. La roca está cercada por una corona de espinas de bronce con cálices, golondrinas y palomas de alas abatidas. Es la roca sobre la que Jesús, postrado rostro en tierra, oró y suplicó, con fuerte clamor y con lágrimas, al Padre, y la que se empapó con las gotas de sangre y las lágrimas que le caían de su frente... ¡o eso dicen!
Frente al Jardín de los Olivos se encuentra otro lugar sagrado, donde se considera que se encuentra la Tumba de la Virgen. A la tumba de María se accede por un frontal de iglesia del siglo XII, y al traspasar la puerta, nos encontramos con una larga y ancha escalera que conduce al fondo de una gran gruta. Hacia la mitad de la escalera que desciende hasta la capilla del siglo V, están los nichos de los padres de María, Joaquín y Ana, y también de su marido José. El Sepulcro de la Virgen está situado en un rincón, al fondo de la gruta y está regentado por cristianos ortodoxos. Hicimos esta visita en el poco tiempo libre que nos dejaron para recorrer la Basílica de la Agonía.
Desde la entrada del Sepulcro de María, a la derecha, se encuentra la llamada Gruta de Getsemaní, una pequeña cueva con una capilla donde se estima que Jesús se reunía con los apóstoles. En esta gruta entró Judas acompañado por los romanos para capturar a Jesús, por lo que también es conocida como la Gruta de la Traición (no la visitamos).
Otros lugares santos en el Monte de los Olivos son: la Iglesia de Dominus Flevit, lugar donde según el Evangelio de San Lucas, Jesús se detuvo a llorar por Jerusalén; las ruinas de la Iglesia de Eleona, donde Jesucristo reveló los misterios a sus seguidores; la Bethpage Chapel, desde donde parten las procesiones del Domingo de Ramos; y la Cúpula de la Ascensión, donde según la tradición, Jesús ascendió a los cielos. ¡Casi nada!
Después de este increíble recorrido histórico-religioso, regresamos al hotel y, a pesar de ser noche de Sabbath, nos fuimos caminando en dirección a Zion Square, hasta las puertas de la ciudad antigua. No pudimos coger ningún transporte porque en Sabbath no funcionan los autobuses ni los taxis. De hecho, no pasaba absolutamente nadie por la calle, había muy poca iluminación, parecía el fin del mundo.
Pero ahí estábamos, ¡los cuatro paseando sin rumbo por una Jerusalén desértica en noche de Sabbath! Nuestra intención era cenar, pero por supuesto no había nada abierto. Acabamos en un pequeño bar de vinos y tapas… ¡¡en Sabbath!! Una auténtica blasfemia.
Un hombre borracho entró en el local mientras tomábamos vinos y quesos, y se inició una pelea que rápidamente los camareros solventaron, expulsando al individuo del local. Al cabo de un rato, empezó una actuación en directo en el local… ¡¡nos la estábamos jugando, y lo sabíamos!! El “escándalo” provocó un nuevo incidente: alguien lanzó un globo de agua desde una ventana justo a la puerta del local.
Entre divertidos y expectantes, acabamos de cenar y salimos corriendo, literalmente, del local, para volver a la desértica ciudad y encaminarnos de nuevo hacia el hotel, sin ningún sobresalto más.