Este viaje lo realizamos con una amiga, Teresa, cuyo sueño era conocer Israel y Tierra Santa. Así que esta vez los mosqueteros partíamos en buena compañía.
Con alegría desbordante, salimos a las 7:00 h desde el aeropuerto de Girona con destino a Eindhoven (2 h 10 min). Después de un tiempo de tránsito de 3 h 40 min, tomamos un segundo vuelo destino Tel Aviv (4 h) y llegamos a las 18:15 (hora local). Trasladamos por carretera al hotel de Jerusalén y nos alojamos en el Jerusalén Gold Hotel.
Tengo que decir que los controles en los aeropuertos fueron de lo más divertidos en este viaje. Cuando hicimos escala en Eindhoven, a Julián le ladró un perro policía, y se lo llevaron a una habitación aparte para registrarle. Por lo visto, los perros detectaban dinero en efectivo. Debía tener el olfato fino porque no llevábamos mucho dinero en efectivo, pero como siempre, le tocó a él. Tras el susto inicial y después del control rutinario, pudimos proseguir con el embarque.
Después de instalarnos en el hotel, salimos a dar un paseo por los alrededores y a cenar.
Nos hospedábamos en la zona nueva de Jerusalén. La ciudad nueva de Jerusalén, la ciudad judía, está formada por un conjunto de barrios pegados a la Ciudad Vieja. En esta zona de la ciudad hay mucha animación nocturna y amplias ofertas gastronómicas, sobre todo en el área que atraviesa Jaffa Road, desde la plaza Zahel y el mercado de Mahane Yehuda.
En la calle Zion Square se pueden ver improvisadas demostraciones de hip-hop. Y en sus alrededores, existen diversos restaurantes de comida internacional, como el Café Rimon, punto de encuentro de intelectuales desde 1953. El sector comprendido entre las calles Jaffa y Schlomzion Hamalka tal vez sea uno de los de mayor densidad de restaurantes por metro cuadrado.
El mercado de Mahane Yehuda ocupa un barrio entero, con unos 250 puestos, algunos al aire libre y otros bajo galerías protegidas por cristales. Los vendedores de Mahane Yehuda gritan hasta quedar roncos para lograr vender carnes, pescados, frutas y flores. Este mercado está especialmente animado en víspera de Sabbat, el día de descanso hebreo, que empieza el viernes con la puesta de sol y dura hasta la noche del sábado.
Cenamos cerca del hotel y ya pudimos comprobar que Israel iba a ser un país caro. ¡El hummus y el falafel estaban a precio de oro!
Cansados después de tantas horas en el traslado, nos fuimos a descansar. Mañana tocaba explorar la ciudad antigua por libre.