En nuestro último día de visita a este país realizamos una excursión con coche y conductor privado a los Castillos del Desierto (reservado en el mismo hotel, 125 JOD), un grupo de construcciones repartidas en el desierto del oriente jordano que se sitúan al este y al sur de Amman.
El Califato Omeya (siglos VII y VIII) emprendió una labor constructiva de castillos y fortalezas que se extienden por toda la zona de Siria, Jordania, Israel, Palestina y Arabia Saudita, muchos de los cuales han llegado más o menos intactos hasta nuestros días.
Las construcciones se ubicaron a lo largo de las principales rutas comerciales y de peregrinación y junto a manantiales y oasis, lo que permitió al Califato ejercer un control sobre las rutas de paso e ir extendiendo su poder a lo largo de nuevos territorios.
A medida que se desarrollaban nuevas rutas comerciales, proliferaban más construcciones que impresionaban a peregrinos, comerciantes y viajeros. Pero fueron abandonados con la caída del Califato, alrededor del año 750.
No todas estas construcciones son castillos. La tipología es variada: hay fortalezas defensivas, hay pabellones de caza, haciendas agrícolas, fincas de la aristocracia, lugares de encuentro para beduinos o caravasares para viajeros.
La importancia de estos castillos en el ámbito arquitectónico destaca porque se trata de ejemplos de la arquitectura y el arte islámicos tempranos. Muchos destacan por sus frescos figurativos poco frecuentes en el arte islámico. La presencia de humanos, animales y cualquier otro sujeto figurativo se halla prohibida en el Islam para que los creyentes no se conviertan a la idolatría, por ello es difícil encontrar este tipo de representaciones en países de tradición musulmana. ¿Listos para la aventura? ¡Pues vamos a visitar!
El castillo más cercano es el Qasr Kharana. El edificio es una gran mole cuadrada con una gran puerta y con esquinas redondeadas, a modo de torres. El interior posee dos pisos con 60 habitaciones dispuestas alrededor de un patio de 35 x 35 metros.
El castillo es ejemplo de arquitectura islámica temprana y su construcción es del período omeya, anterior al siglo VIII. Lo que no está tan clara es la finalidad para la que fue construido, porque aunque la distribución del edificio sugiere que se utilizó como caravasar, no se encuentra cerca de ninguna fuente de agua, ni tampoco se ubica cerca de ninguna de las rutas comerciales conocidas. Por lo que algunos expertos dicen que pudo haber tenido un uso temporal, como lugar de encuentro de beduinos, y otros, que se trata de uno de los caravasares más antiguos del periodo islámico.
En el piso inferior, las estancias son más grandes y se disponen alrededor de un patio. Probablemente servían como diferentes lugares de reunión para los visitantes. Las salas largas a ambos lados de la entrada en arco, se usaban como establos, y en el centro del patio una pila recogía el agua de lluvia. En el piso superior hay más estancias, con techos abovedados y algunas inscripciones, que han ayudado a datar la construcción.
También visitamos el Qasr Amra, el Castillo Rojo, el más famoso de los Castillos del Desierto y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985.
El edificio fue parte de un complejo mucho mayor, que se cree que fue utilizado como pabellón de recreo de un califa, y del que hoy ya no queda nada. La construcción está fechada en el siglo VIII y es uno de los ejemplos más importantes de arquitectura islámica y arte omeya cuyo propietario, amparado por el amor al arte, hizo recrear representaciones inusuales en el mundo musulmán: animales y figuras humanas, sobre todo, de mujeres desnudas.
El pequeño pabellón posee una sala principal abovedada en la entrada, denominada Sala de Audiencias, con dos naves laterales delineadas por arcos decorados.
En esta habitación, además del famoso fresco de los seis Reyes, que retrata a los gobernantes de las potencias vecinas, entre las que se encontraba el Rey visigodo D. Rodrigo, abundan las escenas de caza, escenificando muy probablemente la actividad principal a la que era destinado el palacete.
Al fondo, varias puertas se abren a estancias laterales que conforman el hamman, uno de los más antiguos en el mundo musulmán histórico: vestuario, sala tibia y sala de vapor caliente.
En el apodyterium, o vestuario, destacan figuras de animales y un fresco de un ángel presidiendo una escena de un hombre admirando a una mujer cubierta por un velo.
En el tepidarium, zona tibia del baño, nos sorprenden más frescos de plantas, animales y figuras femeninas, entre las que destaca una mujer bañando a un bebé.
En el caldarium, baño caliente, destaca la cúpula bajo la que se representan los signos del zodiaco y las constelaciones, una de las representaciones más antiguas del sistema solar.
En la parte exterior, se puede ver el pozo del que se extraía el agua con una noria que, hecha rodar con la fuerza de las bestias, alimentaba el baño. Además, había un sistema hidráulico conformado con tuberías que permitía llevar el agua desde el pozo a los tanques.
Por el camino, paramos a hacernos una foto en la señal indicadora de dirección Iraq/Arabia Saudí, por lo visto es un punto de foto típica en la zona y nosotros no íbamos a ser menos!!
El último de los tres castillos que visitamos es el de Al-Azraq, conocida como la Fortaleza Azul por el color de su piedra basáltica. Este castillo fue construido junto al único oasis en más de 12.000 Km2.
Se cree que el asentamiento fue fundado por los romanos como base militar durante la época de Diocleciano y posteriormente se construyó una mezquita en el centro de la fortificación. Pero no alcanzó su estructura, tal y como ha llegado hasta nuestros días, hasta el siglo XIII. Después, pasó a manos otomanas y, durante las Revueltas Árabes, Lawrence de Arabia se estableció en él.
Pese a las penurias, T.E. Lawrence escribe con cariño del tiempo que pasó en Azraq con sus hombres: De noche, todos se reunían alrededor de una gran hoguera en el patio, comían algo y compartían historias de la guerra, paz y amor.
Encima de la entrada está la habitación de Lawrence, estratégicamente ubicada. Frente a la entrada se encuentran los restos de un altar construido por los romanos en el S.III d.C. En mitad del patio hay una pequeña mezquita orientada hacia la Meca. En la esquina noreste hay un agujero con unas escaleras que descienden hasta un pozo, lleno de agua hasta hace unos 20 años. También quedan restos de una cárcel.
La Torre situada en el muro oeste es la más espectacular con una enorme puerta hecha con una única losa de basalto. En su libro Los Siete Pilares de la Sabiduría, Lawrence describe como “la puerta se cerraba con un estruendo que hacía temblar el muro oeste del castillo”.
Junto al castillo de Azraq visitamos la Reserva Natural de los Humedales de Azraq. Durante varios milenios, la cuenca de Azraq abarcaba una enorme zona de marismas, estanques y pantanos. Azraq fue una de las ciudades oasis más importantes del mediterráneo. Sin embargo, la extracción masiva de agua para el abastecimiento de Ammán casi ha hecho desaparecer los humedales. La Real Sociedad para la Conservación de la Naturaleza ha trabajado para preservar lo que queda y recuperar parte de los humedales, que siguen siendo un lugar fascinante.
Aunque sólo queda un 10% de lo que fue, unas 300 especies de aves, residentes y migratorias, los usan durante su migración invernal de Europa a África, entre ellas rapaces, alondras, reinitas, pinzones, aguiluchos, águilas, chorlitos y patos. Las poblaciones de aves dependen del nivel de agua, y como se sigue extrayendo más agua de la que se inyecta, el futuro del oasis es incierto.
En el centro de visitantes se pueden ver las labores de mantenimiento. Una ruta de 1,5km por la Reserva permite apreciar la importancia del lugar. La caminata transcurre entre diferentes zonas secas y húmedas, bordeando numerosas pozas de agua. Esta especie de ‘paseo fluvial’ supone una magnífica oportunidad para observar las diversas especies de aves migratorias que habitan la reserva. Por si fuese poco, el sendero ladea una antigua muralla de basalto negro, probablemente construida por algún califa omeya. ¡Una oportunidad estupenda para descubrir el lado más oculto de Jordania!
La visita a los humedales no nos acabó de convencer. Estaba realmente seco y a menos que vayas a primera hora de la mañana, apenas se pueden ver aves. Hay que tenerlo en cuenta si se planea hacer esta visita, aunque sigue siendo una buena opción si estás en la zona y quieres completar las visitas del día.
Después de esta visita nos llevaron a comer al Azraq Palace restaurant, el único restaurante de la zona. Un buffet turístico por 10JOD que no estuvo nada mal.
Finalmente regresamos a Amán, disfrutando del paisaje desértico y admirando los numerosos espejismos y remolinos de arena.
Antes de llegar a Amán realizamos una visita a la Cueva de los Siete Durmientes. Son varios los lugares que reclaman la autenticidad del lugar de descanso eterno de estos jóvenes “durmientes” (en Turquía hay otro).
La leyenda cristiana habla de siete jóvenes que se refugiaron en una cueva huyendo de la imposición de hacer ofrendas a los dioses paganos, en donde quedaron sumidos en un profundo letargo de casi tres siglos. Después de despertar y de extenderse la leyenda de su historia, fueron canonizados tras su muerte. El Corán, sin embargo, no relata su número exacto, aunque la leyenda habla de siete jóvenes y un perro, Kratim, uno de los únicos diez animales admitidos por Dios en el Paraíso. Los versículos del Corán hablan sobre la fe de estas personas por Dios, su oposición contra los incrédulos, su refugio en la cueva, su milagroso sueño, su despertar, la forma en que la gente los trató, y el debate de los incrédulos con el Profeta sobre esta historia.
Más allá de la credibilidad de esta historia, el complejo alberga una mezquita y una madraza y se trata de un lugar santo de peregrinación tanto para musulmanes como para cristianos. Las excavaciones arqueológicas se hallan custodiadas celosamente y las mujeres deben ir cubiertas con todo rigor.
Este lugar fue descubierto en 1951 por un periodista jordano y en la cueva fueron encontradas ocho tumbas selladas y el cráneo de un perro cerca de la puerta de la cueva. La cueva data de la época bizantina.
La entrada es pequeña, como lo es el interior de la cueva. La fachada se encuentra ornamentada con pilares, hornacinas y algunos grabados.
En el interior, la cueva se encuentra dividida en tres secciones: una especie de nave central y dos estancias laterales en las que se encuentran ocho tumbas a modo de sepulturas. Uno de los enterramientos tiene un pequeño agujero protegido por un cristal desde el que se ven restos de huesos. Hace tiempo, el gobierno de Jordania reunió los restos óseos de las ocho tumbas en el interior de ésta.
Durante las excavaciones se encontraron objetos de las épocas romana, islámica y otomana: un cuenco de arcilla, un collar de perlas, un peine de cobre y varios anillos. Todos ellos se encuentran expuestos en una vitrina al fondo de la cueva. En el lugar, también se hallaron vasijas de barro.
Si se ve la cueva desde fuera, se aprecia una especie de conducto a modo de chimenea, que es en realidad un túnel.
La construcción superior fue una antigua mezquita que, anteriormente, había sido una iglesia. En el exterior se conserva un antiguo cementerio excavado en la roca, además de los restos de dos mezquitas.
Abren la cueva después de cada oración. Hay que esperar a que acabe la hora del rezo y hacer cola en la entrada de la cueva para poder entrar. Una vez dentro, siguen las oraciones y los cánticos. Nosotros estuvimos muy poco rato en el interior, nos dio miedo que cerrasen la puerta y tuviésemos que pasar mucho tiempo allí dentro. Había muchísima gente dentro de la cueva, demasiada para el tamaño del reducido espacio, y como aún estábamos en época post-pandemia, nos pareció un poco peligroso estar allí encerrados, pero el lugar es muy curioso.
Ahora sí, ya de regreso a Amán, salimos a cenar (cogimos un uber) y nos despedimos así de tierras jordanas. Mi madre se quedó en el hotel puesto que estaba muy resfriada. El aire acondicionado del coche le sentó fatal y estaba bastante echa polvo. Cenamos en Jafra con música en directo, donde ya habíamos comido en otra ocasión, nuestro restaurante preferido en Amán. El pan de tomillo, una delicia!! (Manakish).