Estábamos a punto de empezar una gran aventura. Desde Girona hasta el Mar Negro, en el límite con Asia, atravesando los Alpes y los Cárpatos, 8 países, y muchos, muchos kilómetros, en más días que nunca (más de 6000 km en 25 días). Sería el último gran viaje por carretera y uno de los mejores recorridos por carretera a través de Europa.
Por la mañana temprano salimos hacia Suiza. Nuestro primer destino fue Ginebra, donde llegamos para comer y realizar la visita.
Para quienes alguna vez soñaron con despertarse al pie de los Alpes o caminar a orillas de un lago de aguas transparentes, Ginebra es la ciudad ideal. Mezcla de lo natural con lo confortable, sus imponentes mansiones, su puerto y sus fuentes la convirtieron en una de las más privilegiadas ciudades suizas. Ginebra tiene un rol importante en el mundo moderno por ser la segunda sede de la ONU después de Nueva York, además de representante de muchos organismos internacionales como la Cruz Roja, la Organización Internacional del Trabajo y el Centro Europeo de Investigación Nuclear. Una paradoja: por ser la ciudad natal de Calvino, padre de la Reforma Protestante, se la conoce como la “Roma del Protestantismo”. Sin embargo, hoy la mayoría de sus habitantes son católicos.
El río Ródano divide a Ginebra en dos. En el sur, parte más antigua de la ciudad, están los distritos financieros y administrativos y dos antiguos distritos residenciales (Eaux Vives y Carouge). Esta zona se caracteriza por las calles estrechas y sinuosas, excepto a lo largo de la orilla del río, donde hay avenidas amplias y modernos muelles. La parte norte es más residencial: allí se ubican el barrio Gervais (donde están los mayores hoteles de la ciudad) y el de Les Délices (aquí se localiza la casa donde vivió Voltaire desde 1755 a 1758).
No olvidemos que en la puerta del hotel Beau Rivage, fue apuñalada Sissi. El responsable del discreto asesinato era Luigi Lucheni, un italiano que decía ser un anarquista convencido, cuya misión era dar muerte al miembro de alguna familia real europea. Su víctima inicial hubiera sido un príncipe de la casa de Orleans, de no haber sido porque el regio visitante canceló su viaje a Ginebra en el último minuto. La emperatriz de Austria-Hungría era, pues, la siguiente de la lista. Lucheni fue apresado; estaba orgulloso de su gesto, y en todo momento se mostró sereno y hasta contento. Fue juzgado y condenado a cadena perpetua, pero después de que confiscaran sus memorias fue encontrado ahorcado en su celda en 1910. En la actualidad, una estatua de la esbelta emperatriz marca el lugar donde fue asesinada. Los restos mortales de Isabel de Baviera, emperatriz de Austria-Hungría, descansan en la Cripta de los Capuchinos de Viena junto a los miembros de su familia.
Si el Ródano es la espina dorsal de Ginebra, su cara más conocida es el famoso Jet d’eau (chorro de agua), asombroso penacho de espuma blanca que alcanza los 140 metros de altura.
Recorriendo el paseo se llega a la Jetée des Pâquis, indicada por su faro, donde se hallan los baños públicos de Ginebra.
Cruzando el puente del Mont-Blanc hacia la orilla izquierda se llega al Jardín Inglés: dos curiosidades, el famoso reloj florido, reflejo de la vocación relojera propia de la ciudad, y el Monumento Nacional, que conmemora la unión de Ginebra a Suiza en 1815.
En el corazón del casco antiguo, la plaza del Bourg-de-Four ha sido desde siempre un lugar de encuentro en el que, muchos ginebrinos se dan cita en torno a la bella fuente florida del siglo XVIII o en la terraza de unas de las pintorescas tascas.
Ya en época romana la plaza era un lugar de comercio. A partir de mediados del siglo XVI, y para acoger a los exiliados protestantes, se dio mayor altura a las casas que rodean la plaza.
Hoy se encuentran magníficas muestras de arquitectura del siglo XVI así como construcciones señoriales de los siglos XVII y XVIII. Destaca la fachada del Palacio de Justicia del siglo XVIII que albergó alternativamente un convento de las Clarisas y, hasta1857, un hospital.
Ciento cincuenta peldaños conducen hasta lo alto de la torre norte de la Catedral y al fabuloso panorama a que se extiende sobre la ciudad y el lago.
La primera fase de la construcción de la Catedral remonta al año 1160 y duró casi un siglo. Numerosas obras de restauración y reconstrucción la fueron modificando, sobre todo a consecuencias de los incendios que padeció.
Más tarde, a mediados del siglo XVI, la llegada le de la Reforma y de su filosofía cambió completamente el interior del edificio, vaciándolo de todos los objetos ornamentales y recubriendo las decoraciones pintadas. Sólo se salvaron las vidrieras. La fachada neoclásica de mediados del siglo XVIII sustituyó la de estilo gótico.
Después de visitar y comer en Ginebra, seguimos nuestra ruta hacia Berna, capital de Suiza. Nos instalamos en el Hotel Restaurant Alpenblick y salimos a pasear por esta bonita ciudad.
El casco antiguo de Berna se halla en la lista de los patrimonios de cultura mundiales de la UNESCO, contando con 6 kilómetros de arcadas, las así llamadas Lauben, uno de los paseos de compras más largos y protegidos contra la intemperie de Europa.
Con sus numerosas fuentes, fachadas de arenisca, callejones y torres históricas, la ciudad ofrece un aire medieval singular. La vista más bella al casco antiguo a orillas del río Aare se disfruta desde el Rosengarten (jardín de rosas) encima del Bärengraben (fosa de osos), o bien desde la plataforma de la catedral de 101 metros de altura. Los antiguos fuertes y bastiones se hallan a gran altura encima del río. Los boutiques, bares y teatros de cabaré del casco antiguo, en parte en las bóvedas de sótanos así como los pequeños cafés callejeros atraen tanto a los habitantes de la ciudad como también a los turistas.
La casa de Albert Einstein es testimonio de la estada del físico a principios del siglo XX en Berna.
Berna es además sede del gobierno de Suiza. A solo pocos pasos de la estación principal de ferrocarril se halla el edificio impresionante del Bundeshaus (parlamento).
También destacan la catedral y la torre del reloj, el edificio civil más apreciado por el turismo. Esta torre que hacía las veces de prisión, se convirtió en campanario tras el devastador incendio de 1405.
Debajo del gran reloj se encuentra el reloj astronómico con la hora solar. Al lado se encuentran las figuras mecánicas (1527-1530).
A tres minutos antes de la hora el gallo canta por primera vez y lo hará tres veces en relación con la frase que dijo Jesucristo a San Pedro: 'Antes de que el gallo cante tú me negarás tres veces'. Después, el bufón toca las campanas y los osos -a los pies de Cronos- también giran. El gallo de nuevo canta y a la hora en punto Cronos gira el reloj de arena que tiene en su mano, cuenta las campanadas moviendo su boca y el cetro que porta en la otra mano. Con el tercer canto del gallo termina el espectáculo. El mecanismo del reloj funciona como lo hacía en el S. XVI.
En una visita a la ciudad es casi imprescindiblemente visitar el Bärengraben (fosa de osos). No intentéis darles de comer zanahorias, tal y como ponía en las guías de ese año, como hicimos nosotros, ya que el vigilante os llamará la atención.
Estos fosos fueron construidos a mitad del siglo XIX como representación del escudo de Berna, el animal heráldico, el emblema de la ciudad. Según la leyenda, la presencia del oso en el escudo de Berna se debe a que en el año 1191, el duque fundador declaró que la ciudad llevaría el nombre del primer animal cazado, y fue un oso. "Oso”, en alemán se dice 'Bär', de lo que derivó la palabra 'Bern' (Berna).
Después de un agradable paseo, cenamos por el centro histórico y nos fuimos a descansar.