Hoy nos esperaban muchas horas al volante y muchas cosas por ver, así que salimos muy pronto de Tozeur y pusimos rumbo hacia la costa, no sin antes atravesar el lago salado Chot el Djerid, las dunas petrificadas de Bechri, el pueblo de Douz (la puerta del desierto), el pueblo bereber de Tamezret, las casas trogloditas de Matmata, para finalmente llegar a Sfax, donde nos esperaba nuestro hotel.
Nada más dejar Tozeur, atravesaremos el lago Salado del Chott El Jerid, uno de esos lugares mágicos del mundo. La realidad es que aunque en los mapas aparezca como un lago, la superficie de agua es mínima y depende totalmente de las escasas lluvias, de manera que lo habitual es encontrarse una gran llanura de tonos blancos, púrpuras, verdes y rosáceos.
Los chott son lagos salinos interiores, y en concreto Chott el Djerid es uno de los más grandes, con una extensión de 250 km de este a oeste y una superficie de 7.000 km2. Hace millones de años estaba conectado con el Mar Mediterráneo, pero los movimientos sísmicos de las placas tectónicas hicieron que Chott el Djerid quedase aislado como un gran lago salado.
Los espejismos son habituales al mirar al horizonte, causados por un efecto óptico que provoca ilusiones de objetos o de una concentración de agua. Hay quien ha llegado a ver incluso un tren!!.
Una carretera a modo de malecón cruza el lago salado de Chott el Djerid, y permite admirar algunos barcos abandonados o incluso un autobús (aunque muy alejado de la carretera), cuya desnuda carrocería oxidada yace en medio del lago seco. Hay algunos puntos para parar y hacerse foto junto a camello, barcas, caballos y otras figuras algo ajadas. En cada parada hay algunos puestos de minerales. También hay una fábrica de extracción de sal. Las vistas son espectaculares, nunca habíamos visto algo igual!.
Las temperaturas de invierno son agradables y cálidas, pero en verano se pueden alcanzar los 50 °C por el día. La alta salinidad provoca que no exista vida vegetal en el lago, proporcionado una sensación de pisar Marte.
La peculiaridad del paisaje atrajo a Georges Lucas para grabar la primera película de Star Wars (Episodio IV Una nueva Esperanza).
Nada más cruzar el lago salado, nos encontramos con las dunas petrificadas de Bechri, acumulaciones de arena que han sido movidas por el viento y se han secado y solidificado con curiosas formas. Hicimos una breve parada para tomar fotos, aunque no destacan especialmente.
Seguimos conduciendo hacia el sur, y en una hora aproximadamente, llegamos a Douz, conocida como la Puerta del Desierto. Estamos en el inicio del Gran Erg Oriental, la zona de dunas más grande del mundo, en el Sahara.
La población de Douz está formada por los M’Razig, antiguos nómadas que se sedentarizaron en este lugar. El pueblo no tiene demasiado interés, excepto por el mercado de los jueves, donde se juntan vendedores de los objetos más variopintos: bolsos de dromedario, joyas bereberes, y las famosas babuchas de Douz. Hicimos una breve parada en la puerta del desierto, donde se acaba la carretera y empieza el Sahara en estado puro. Aunque no había absolutamente nadie, nada más parar apareció un guía de la nada para preguntarnos si queríamos hacer alguna ruta en camello por el desierto. Tras una breve conversación, nos dejó tranquilo y se marchó.
Seguimos nuestra ruta hasta Tamezret. En el interior de la montaña sobre la que se alza, hay multitud de pasadizos y túneles secretos, que en otros tiempos, servían a los bereberes como medio de escape o lugar donde esconderse en caso de ataques. Como curiosidad, en Tamezret aún se habla Amazigh, la lengua de los antiguos bereberes.
La zona está repleta de casas trogloditas, excavadas en la roca y que puedes ver a lo largo del camino, en los alrededores de Tamezret y hacia Matmata. Algunas de estas casas son visitables, y por un donativo, te explican (en francés) cómo es la vida en esta zona remota de Túnez, e incluso nos invitaran a un té, dátiles o pan con aceite!.
Paramos en Tamezret y nos apareció de nuevo un guía para acompañarnos en nuestra visita. Le dijimos que buscábamos el museo, y como no fuimos capaces de entendernos, se marchó algo enfadado. La verdad es que fue muy desagradable, dando gritos y haciendo gestos ofensivos. Ya habíamos leído algo al respecto y se cumplió al pie de la letra.
Sin la ayuda de este amable señor, encontramos el museo pero ya estaba cerrado. No había ningún cartel en la puerta así que no sabemos si ya no se podía visitar o simplemente ya había cerrado. El museo bereber está ubicado en una de estas casas trogloditas, y habíamos leído que el propietario de la casa enseñaba el acceso a un túnel de más de 1 km de largo, que servía de escondite a los invasores.
De camino a Matmata, pasamos por Diar Omar, una enorme casa con una increíble estructura de túneles que recuerdan a la Capadocia. Hay un punto panorámico para hacerse fotos, y aunque la casa sólo se puede ver desde el exterior, justo al lado hay otra casita mucho más pequeña que sí se puede visitar (hay que pasar el parking y acceder por el camino de tierra que hay unos pocos metros después).
El descubrimiento fue uno de los platos fuertes de nuestro viaje, ya que quedamos cautivados por la familia que nos recibió. La señora de la casa sólo hablaba francés pero no nos hizo falta más, y es que cuando uno se quiere hacer entender, sobran la mitad de las palabras.
Nos dio la bienvenida a su casa y nos enseñó todas las habitaciones. Nos preparó pan recién hecho y un té de tomillo riquísimo. Estuvimos con sus hijas, dos niñas preciosas. Nos hubiésemos quedado allí!. Le dimos una generosa propina (40 TND por los tres) y nos regaló tres bolsitas de romero seco.
Otras casas en las que se puede parar son Dar Saliha, Berber Barlanglakásov o la Mansión troglodita, dónde hicimos otra parada. Este lugar estaba más preparado para el turismo y apenas nos hicieron caso. Nos invitaron a entrar, nos sentamos en el patio y nos sacaron pan, frutos secos y té pero sin darnos ninguna explicación (propina por la visita 20 TND por los tres).
Después de visitar algunas de estas casas trogloditas y degustar alguna que otra delicia, llegamos a Matmata. Allí hay otro museo visitable, el Dar Khadija, aunque no nos dio tiempo de conocerlo, ya que era bastante tarde y nos fuimos directamente al Hotel Sidi Idriss a comer.
Este hotel fue escenario del interior de la granja de los Lars, en La Guerra de las Galaxias, donde se filmaron las escenas de los interiores de la casa en la que Luke Skywalker vivió en su infancia en el planeta Tatooine. La casa conserva 2 patios interiores rodeados de dormitorios. En el primero se encuentra el restaurante y el alojamiento. El segundo patio se conoce como “patio de Star Wars”, y sirvió como escenario para el comedor y la cocina de los Lars.
Comimos entre decorados de Star Wars, hacían un menú sencillo pero muy abundante con ensaladas o brick de entrantes, y cuscús de segundo. Nos trajeron fruta y tés. Todo por 23 TND por persona. Además, si comes en el resturante, la visita es gratis.
Hacía un calor infernal y a pesar de lo divertido del lugar, no pudimos disfrutarlo mucho. Después de la sesión fotográfica en la Granja de los Lars, pusimos rumbo a Sfax, donde teníamos reservado nuestro alojamiento.
Nos hospedamos en el Business Hotel Sfax y tras instalarnos, cogimos un taxi para evitar el tráfico caótico, y nos fuimos hasta la medina.
La medina de Sfax está rodeada por una muralla y consta de dos puertas, Bab Diwan, al sur, y Bab Jebli, al norte.
La calle que conecta ambas puertas, atraviesa la medina de sur a norte, y permite admirar su Gran Mezquita (prohibida la entrada a no musulmanes) y su multitud de zocos, algunos cubiertos, que sirvieron para ambientar la ciudad de El Cairo en la película El Paciente Inglés (junto a la puerta norte).
Llegamos cuando ya anochecía así que dimos un breve paseo por la calle principal de la medina, hasta la Gran Mezquita. Intentamos encontrar el Café Diwan, junto a la puerta, pero no dimos con él!
Al sur de la medina se encuentra la ciudad nueva, con la Plaza de la República, el Ayuntamiento y el puerto, ideal para paseos al atardecer. La verdad es que no había mucho que hacer en Sfax por la noche, así que regresamos a nuestro hotel. No hace falta decir que después de la copiosa comida, y de la cantidad de degustaciones en las casas trogloditas, estábamos más que saciados y tampoco salimos a cenar. Después de este intenso día, regresamos al hotel y a descansar!