En marcha, mosqueteros! Preparamos nuestras maletas y dejamos nuestro hotel de Valladolid para embarcarnos en una emocionante ruta desde la histórica ciudad de Valladolid hasta la encantadora Mérida, con dos paradas en ruta: la majestuosa pirámide de Chichen Itzá, una de las Siete maravillas del Mundo Moderno, y el cenote de Ik Kil. Durante este recorrido, descubrimos la rica herencia cultural de Yucatán, explorando antiguas maravillas mayas, sumergiéndonos en aguas cristalinas y degustando la deliciosa gastronomía local.
A menos de una hora de trayecto desde Valladolid, se encuentra el recinto arqueológico de Chichen Itzá.
Nada más acceder al aparcamiento, un guía nos ofreció sus servicios. No teníamos intención de hacer la visita guiada pero nos pareció una buena idea al tratarse de una de las Siete Maravillas del Mundo, así que contratamos sus servicios ($600, 3 horas, entradas $643/persona).
Nada más entrar el recinto, nos adentramos en la impresionante Gran Plaza, donde se encuentra el majestuoso Templo de Kukulkán.
En 1988, Chichén Itzá fue inscrito en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y en 2007, el templo de Kukulkán fue reconocido como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo. ¿Sabéis que significa eso? ¡Que ya habíamos visto nuestra sexta Maravilla del Mundo! Sin lugar a dudas, fue uno de los momentos más emocionantes de este viaje.
El Templo de Kukulkán, conocido popularmente como "El Castillo", es sin duda uno de los monumentos más icónicos de la civilización maya. Se trata de una pirámide escalonada de cuatro lados con una altura de aproximadamente 30 metros. Cada lado tiene una escalinata central compuesta por 91 escalones. Si sumamos todos los escalones, incluyendo el escalón superior, llegamos a un total de 365, coincidiendo con los días del año solar.
La pirámide está alineada con precisión a los solsticios y equinoccios. Durante el equinoccio de primavera y otoño, al atardecer, la luz del sol crea una serie de sombras triangulares en la balaustrada norte que simulan el cuerpo de una serpiente descendiendo la pirámide, representando al dios Kukulkán, la Serpiente Emplumada. Este fenómeno atrae a miles de visitantes de todo el mundo. Es un momento especial que permite conectar con la profunda sabiduría y el conocimiento astronómico de los antiguos mayas.
Se cree que El Castillo fue construido entre los siglos IX y XII durante el período posclásico. Servía no solo como un templo para ceremonias religiosas, sino también como un calendario gigantesco que ayudaba a los mayas a seguir las estaciones y organizar su vida agrícola y religiosa.
En el interior de la pirámide se encuentra un templo más pequeño, conocido como el "Templo de Kukulkán Viejo", que ya no se puede explorar. Dentro de este templo, hay una estatua del Chac Mool y un trono en forma de jaguar rojo con ojos de jade.
Continuamos nuestro recorrido hacia el Juego de Pelota, el más grande del mundo. Aquí, nos imaginamos a los antiguos mayas participando en rituales y competiciones que iban más allá del simple deporte, reflejando la profunda conexión entre la vida cotidiana y las creencias religiosas de la época.
La cancha de este Juego de Pelota mide aproximadamente 168 metros de largo y 70 metros de ancho, lo que la convierte en la más grande de su tipo. Está flanqueada por dos paredes verticales de piedra que se elevan a unos 8 metros de altura. En el centro de cada pared lateral, a unos 7 metros del suelo, hay un anillo de piedra tallado a través del cual los jugadores intentaban pasar una pelota de caucho.
El juego no solo era un deporte, sino también un ritual profundamente simbólico. Representaba la lucha entre el bien y el mal, y algunos creen que también recreaba mitos cosmológicos mayas. Hay evidencia de que los juegos tenían significados rituales y que los participantes, en algunos casos, podían ser sacrificados. Las inscripciones encontradas sugieren que los capitanes de los equipos, o incluso los miembros del equipo perdedor, podían ser decapitados como ofrenda a los dioses.
Un aspecto fascinante del campo de juego es su impresionante acústica. Se dice que un susurro en un extremo del campo puede ser escuchado claramente en el otro extremo, una característica que podría haber sido utilizada para amplificar la voz de los sacerdotes durante los rituales y ceremonias.
Junto al Juego de Pelota se encuentra la Plataforma de los Cráneos. Tiene forma de T y está decorada con cráneos labrados. En otros tiempos, aquí se exhibían las cabezas de las personas sacrificadas. Junto a ésta se encuentra la Plataforma de las Águilas y los Jaguares, con piedras talladas que representan a estos animales con corazones humanos en sus garras. Se cree que este sitio formaba parte de un templo dedicado a los militares que se encargaban de capturar a los que iban a ser sacrificados.
Una tercera plataforma, la Plataforma de Venus, está decorada con cabezas de serpientes emplumadas a casa lado de la escalera. Se cree que desde esta plataforma se seguía la trayectoria del planeta Venus, algo importante en el calendario maya, aunque el significado más amplio del lugar sigue siendo un misterio.
Desde la Plataforma de Venus, por un antiguo sendero maya o sacbé, de unos 400 metros, se llega hasta el Cenote Sagrado, un pozo natural donde los mayas realizaban sacrificios y ofrendas a los dioses. Al observar sus aguas verdes, reflexionaremos sobre la importancia de estos rituales en la cosmovisión maya y cómo el cenote servía como un vínculo entre el mundo terrenal y el inframundo. En su interior se han encontrado una gran cantidad de artefactos, incluyendo esqueletos humanos y objetos de jade y oro.
Retrocedimos hasta la plaza central y nos despedimos de nuestro guía. El resto de la visita la hicimos por libre.
Hay que decir que todo el recinto está abarrotado de puestos de artesanías, y sus vendedores te reclaman desde sus paradas a voz en grito. Es comprensible que existan estos puestos, pero en nuestra opinión, no favorecían para nada al entorno, ya que se encontraban en todos los caminos dentro del recinto. En otros lugares arqueológicos de la zona, estos puestos están en la entrada o en el aparcamiento, pero no en todos los senderos de bosque y rodeando las pirámides. Pierde un poso su encanto.
Continuamos nuestra visita al otro lado de la Plaza Central y de la Pirámide de Kukulkán, donde se encuentra la Plaza de las Mil Columnas y el templo de los Guerreros.
La Plaza de las Mil Columnas es una vasta plaza cuadrangular que, aunque su nombre sugiere que tiene mil columnas, en realidad cuenta con alrededor de 200 columnas. Estas columnas, construidas entre los siglos IX y XII, alguna vez sostuvieron un techo que ha desaparecido con el tiempo.
Las columnas están decoradas con relieves de guerreros, sacerdotes y prisioneros, así como máscaras del dios de la lluvia, Chaac. Estos relieves reflejan la importancia militar y religiosa del sitio.
La plaza estaba rodeada por varias estructuras importantes, incluyendo el Mercado y el Templo de los Guerreros. Se cree que esta área servía como un gran salón de reuniones donde se llevaban a cabo ceremonias y eventos sociales.
Finalmente, exploramos el Observatorio o "El Caracol", una estructura circular que muestra el avanzado conocimiento astronómico de los mayas. Esta estructura está construido sobre una plataforma rectangular y consta de una torre circular con dos niveles. La estructura interna incluye una escalera de caracol que permite ascender a la parte superior de la torre.
La torre cuenta con varias ventanas alineadas con precisión que permitían a los astrónomos mayas observar y registrar los movimientos de los cuerpos celestes. Estas ventanas están orientadas hacia eventos astronómicos importantes, como el solsticio de invierno y los movimientos de Venus.
Los mayas tenían un profundo conocimiento de Venus, que consideraban una deidad importante. Utilizaban El Caracol para seguir los ciclos de este planeta y sincronizar su calendario ritual de 260 días.
La visita de Chichén Itzá fue emocionante por ser nuestra sexta Maravilla del Mundo Moderno visitada, pero ni de lejos fue la mejor pirámide que vimos en este viaje.
Tras esta fascinante visita nos dirigimos al cenote de Ik Kil para darnos un baño en el inframundo y comer. ¡Ay, pero qué miedito! ($440/persona con comida incluida).
Ik-Kil, en maya significa “El lugar de los Vientos”, y es un parque rodeado de plantas exóticas y viejos árboles de gran tamaño.
El cenote Ik Kil es de tipo abierto, con un diámetro de aproximadamente 60 metros y una profundidad de unos 48 metros. ¡Dicen que la Estatua de la Libertad cabría sumergida completamente en sus aguas!
Rodeado por paredes cubiertas de vegetación y lianas que cuelgan desde la superficie, el cenote ofrece un ambiente fresco y exuberante. En sus aguas cristalinas, se pueden observar peces y disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión.
Al igual que muchos cenotes en la región, Ik Kil tiene una profunda conexión con la cultura maya, que consideraba estos cuerpos de agua como sagrados. En su interior se han encontrado animales que datan de hace siglos, lo que demuestra que este era utilizado como lugar de sacrificios y leyendas.
Al llegar al cenote Ik Kil nos encontramos con unas instalaciones bien cuidadas, que incluyen vestuarios, duchas y una tienda de recuerdos. Para descender al cenote, hay que seguir un hipnotizante túnel que cuenta con 91 escalones de piedra intrincadamente tallados, justo el mismo número de escalones que tiene el Templo de Kukulkán en Chichén Itzá. La bajada no es nada pesada.
Este túnel no es solo un camino; es un testimonio de la dedicación y habilidad de los artesanos que tallaron estos escalones completamente a mano, sin el uso de explosivos ni maquinaria moderna. Unos 80 hábiles artesanos dedicaron un año y medio para dar vida a este increíble pasadizo. Cada golpe de cincel y martillo contribuyó a crear este notable sendero a través de la sólida roca caliza.
Mientras se desciende, se puede sentir los ecos de la historia en cada paso. El trayecto hacia abajo se convierte en una experiencia inmersiva que entrelaza la belleza natural del cenote con el rico patrimonio cultural de la civilización maya. No se trata solo de llegar a las refrescantes aguas sino de conectar con el profundo legado que estos escalones representan.
Al llegar al borde del cenote, sorprende la claridad del agua, que invita a sumergirse de inmediato. Hay plataformas desde las cuales se puede saltar al agua, añadiendo un toque de aventura a la experiencia. Para una entrada más tranquila, hay también hay escaleras que permiten descender gradualmente al agua.
Nadar en el cenote Ik Kil es una experiencia mágica. Rodeado de paredes de piedra y vegetación, te sientes como en un oasis natural escondido del mundo exterior. La luz del sol que se filtra desde arriba crea un juego de reflejos en el agua, realzando la belleza del lugar.
Después de disfrutar de un refrescante baño, disfrutamos de una comida buffet en el restaurante del cenote que cuenta con una amplia variedad de platos mexicanos y yucatecos, con la cochinita pibil como plato estrella, aunque también tiene arroces, ensaladas o carnes para todos los gustos.
Tras esta experiencia en el cenote Ik Kil pusimos rumbo a la ciudad de Mérida, donde pasamos las próximas 3 noches. Nos alojamos en el hotel Real Toledo by Kavia, en el mismo centro de la ciudad. Tras instalarnos, nos relajamos un rato en la piscina del hotel antes de salir de nuevo a pasear.
La vida nocturna de Mérida es de lo más animada, con numerosas representaciones de música y danza, proyecciones y otros espectáculos casi cada día del año. En nuestra primera noche, cenamos unos sándwiches deliciosos en Los Bisquets Obregon y luego nos instalamos frente al Palacio Municipal, donde habían colocado unas sillas para presenciar el espectáculo de Vaquería, una selección de música y danza que, aunque todo sonaba igual, fue de lo más divertido. Tras el espectáculo y totalmente imbuidos del ambiente festivo de la ciudad, nos fuimos por fin a descansar.