Un poco más descansados y aclimatados, hoy dedicamos el día a recorrer el centro de la capital de Perú.
Esta inmensa ciudad que se extiende a lo largo de una larga franja de acantilados a orillas del Pacífico, es la segunda ciudad más seca del mundo, después de El Cairo. Envuelta casi siempre en la niebla, esta ciudad caótica atesora una cultura milenaria. Sus templos precolombinos se mezclan con los altos edificios, y sus museos guardan joyas de incalculable valor. Esto es Lima, una ciudad encantadoramente desordenada y llena de contrastes.
En nuestro paseo de hoy conocimos las iglesias, monasterios y palacios del centro histórico: Plaza San Martín, Jirón de la Unión, Iglesia de la Merced, Iglesia de San Pedro, Palacio Torre Tagle, Plaza de Armas, Catedral, Palacio Arzobispal, Choco-museo, Monasterio de San Francisco de Asís y Catacumbas, Iglesia de Santo Domingo, Casa Aliaga, Estación Desamparados y Parque de la muralla.
Antes de desplazarnos hasta el centro histórico, nos acercamos al Parque Kennedy para adquirir una tarjeta SIM, en la oficina de turismo y cambiar algo de dinero, pero el cambio no era muy bueno y la SIM muy cara, igual que en el aeropuerto, S/150. Así que nos fuimos sin comprar.
Cogimos un InDrive, a través de la app, hasta el centro histórico, una cuadrícula de animadas calles trazadas en el S.XVI, en tiempos de Francisco Pizarro. Conocida como el “damero de Pizarro”, alberga la mayor parte de la arquitectura colonial que aún se conserva.
Empezamos nuestra ruta a pie por la Plaza de San Martín, situada más al sur, y fuimos visitando los numerosos edificios históricos de esta zona hasta llegar a la Plaza de Armas.
La Plaza San Martín fue inaugurada el 27 de julio de 1921 por el presidente de la república, Augusto Leguía, durante la celebración del centenario de la independencia del Perú. El trazado, ornamentación, mobiliario y jardinería de la plaza fue diseñado para la ocasión, en estilos y tendencias que van desde el Art Noveau hasta el Neocolonial. En 1988 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es considerado uno de los espacios públicos más representativos de la ciudad de Lima y ha sido utilizado en innumerables ocasiones por la ciudadanía para hacer manifestaciones.
Su monumento central es un homenaje al libertador de Perú José de San Martín. Se trata de una escultura ecuestre con una pieza en la base que representa a la Madre Patria. Esta pieza se realizó en España con la consigna de que la dama llevara una corona de llamas, pero por un malentendido, el desafortunado artesano colocó una preciosa llamita (el animal) en su cabeza. No pudimos acercarnos mucho porque había un desfile militar y el centro de la plaza estaba cerrado.
En la plaza San Martín también se encuentra el Hotel Bolívar. Fue el primer edificio hotelero moderno de gran envergadura que se construyó en Lima con la finalidad de alojar a los invitados a las celebraciones del primer centenario de la batalla de Ayacucho en 1924.
Sus pasillos y salones han sido testigos de episodios anecdóticos como la expulsión de los músicos de The Rolling Stones por mala conducta. También ha recibido la visita de presidentes como Richard Nixon y Charles de Gaulle; escritores destacados como Pablo Neruda, Ernest Hemingway y William Faulkner; y actores como Mario Moreno ‘Cantinflas', Orson Welles y Ava Gardner. Esta última cayó rendida bajo los efectos del famoso coctel “la catedral” (de pisco sour) y acabó bailando descalza para los allí presentes.
En el hotel se encuentra también uno de los dos primeros ascensores que se instalaron en el Perú e incluso se puede observar en el hall un automóvil Ford T20, signo de la modernidad que el país comenzaba a vivir.
La plaza San Martín se encuentra conectada con la plaza de Armas por el Jirón de la Unión, la avenida más importante del centro de Lima (y donde hay más carteristas!!). Esta calle peatonal está repleta de tiendas, galerías y restaurantes.
Subiendo por esta famosa avenida, visitamos la Iglesia de la Merced. Fue construida en 1541 sobre otra iglesia anterior, donde se ofició la primera misa en latín en 1534. Fue reconstruida varias veces. Gran parte de la estructura actual data del S.XVIII. Destaca su imponente fachada de granito, y en su interior, sus más de dos docenas de capillas de altares de estilo barroco y renacentista.
A la derecha de la entrada hay una gran cruz de plata que perteneció al padre Pedro Urraca, un fraile mercedario que nació en Aragón, y llegó a Lima a fines del siglo XVI durante los años de la colonia.
Cuenta la historia que en su viaje al nuevo mundo, el barco en el que viajaba el Padre Urraca fue azotado por una tormenta que estuvo a punto de hacer naufragar la nave, es entonces que se encomienda a la Virgen María y promete abrazar la vida religiosa si su vida se salvaba, y así sucedió. Una vez en Lima, y después de unirse a la orden Mercedaria, se dedicó a ayudar a los pobres y los enfermos, quienes le atribuían innumerables milagros. Por eso, los peregrinos acuden a esta iglesia para tocar la cruz de Fray Urraca. Una vez muerto (1657) se inició su proceso de beatificación, y en 1981 fue declarado venerable por el Papa Juan Pablo II.
Si os desviáis a la izquierda del Jirón de la Unión, podéis ver el exterior de la Casa Riva-Agüero, una casona tradicional construida en el último tercio del siglo XVIII por el coronel español Domingo Ramírez de Arellano, para ser utilizada como casa familiar por él y sus descendientes.
En la planta principal alberga los archivos y la biblioteca de la Universidad Católica, y en la planta superior un pequeño museo de tradiciones del país. Actualmente está en restauración.
Antes de llegar a la Plaza de Armas, podéis volver a desviaros hacia la derecha para visitar la iglesia de San Pedro (hoy es día de iglesias!!). Esta pequeña iglesia del S.XVII es uno de los más bellos ejemplos del barroco colonial de Lima. Consagrada por los jesuitas en 1638, poco ha cambiado desde entonces. Su interior está suntuosamente decorado con altares dorados, tallas de estilo morisco y azulejos.
Muy cerca de esta iglesia se encuentra el Palacio Torre Tagle, la más destacada de todas las casonas históricas de la ciudad. Construida en 1735, tiene un impresionante pórtico barroco y unos fantásticos balcones de estilo morisco. Es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores (vista exterior). Junto a esta, se encuentra la Casa Aspíllaga, Centro Cultural Inca Garcilaso, con exposiciones temporales.
Justo enfrente del Palacio Torre Tagle, podemos ver la Casa Goyeneche, del 1771. Fue una de las primeras casas de influencia francesa. Construida por la familia Cavero y Vázquez de Acuña, luego pasó a ser residencia de los condes de la Vega del Ren, pertenecientes al mismo linaje. Tanto su portal como sus balcones incorporan elementos decorativos de estilo rococó, que también se pueden apreciar en los interiores de la casa.
Hoy en día, la Casa de Goyeneche alberga en su interior una exquisita colección de arte virreinal y republicano, los ambientes han sido decorados con muebles y objetos de valor de la época. En Mayo de 1971 fue adquirida por el Banco de Crédito del Perú.
Finalmente llegamos al centro del “damero de Pizarro”, la Plaza de Armas. De su trazado original sólo se conserva una bonita fuente de bronce construida en 1650. En torno a la plaza, de 140 m2, se encuentran algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como la catedral, el Palacio Arzobispal, el Palacio del Gobierno y la Municipalidad.
A lo largo del Jirón de la Unión, buscamos desesperadamente una tienda donde comprar la tarjeta SIM pero, o no tenían, o el vendedor aún no había llegado, no teníamos suerte!!. Finalmente la pudimos comprar en unos almacenes, ya a última hora de la tarde, una de la compañía Claro, por S/100 y porque el vendedor la activó a su nombre que si no nos quedamos sin tarjeta. Perdimos muchos tiempo en hacer esta gestión, no fue tan fácil como en otros países.
Nuestra primera visita fue la Casa de Aliaga. Teníamos reservada una visita guiada. En la web de Casa Aliaga hay un listado de guías oficiales, has de escribir a alguno y acordar un precio antes de reservar la visita en la casa. Te exigen ir con un guía, no hay opción de visitar por libre. Nosotros escogimos a Claudia Ruiz Caro (+51 999335572) y fue todo un acierto (entradas S/35 por persona, guía S/80 para los tres).
La Casa de Aliaga es una de las más grandes joyas arquitectónicas y culturales que se encuentran en Lima. Y es que esta hermosa mansión virreinal ha resistido airosa al paso del tiempo, siendo testigo y protagonista de los más importantes acontecimientos que han marcado la historia de esta ciudad desde sus inicios hasta la actualidad.
Los 18 ambientes revestidos de gran belleza que rodea cada uno de sus rincones no dejan nunca de asombrar a los visitantes. Además, no existe otra casa en el continente en la cual siga viviendo la misma familia, a través de incontables generaciones, ¡durante más de 480 años!
Tras la fundación de Lima en 1535, el terreno donde se encuentra actualmente la casa fue entregado a Jerónimo de Aliaga (hombre de confianza de Francisco Pizarro), como parte de un reparto de solares y parcelas que el conquistador español dio en agradecimiento a quienes lo acompañaron en todo momento.
Al visitar la casona, lo primero que llama la atención es el imponente portal de ingreso hecho de madera tallada y que alcanza los 3 metros de altura. Si observamos con detenimiento, podremos distinguir en la superficie las siglas grabadas de uno de los descendientes de la familia. A pesar del paso del tiempo, el balcón de madera, construido en la época republicana, se mantiene en perfectas condiciones.
El recorrido se inicia en el salón principal que deslumbra por su color dorado. Espejos de gran tamaño y con marcos de pan de oro rodean todo el espacio, destacando en uno de ellos el rosto de la princesa de Austria, María Antonieta. Otro de los objetos que llama la atención es una impresionante estufa de oro cuyo diseño está revestido con los 12 signos del zodiaco. Jarrones japoneses y cuadros de los familiares también son parte del conjunto de preciosos adornos que se observan en el lugar.
En el interior, se encuentra una linda capilla en donde se realizaban eventuales matrimonios y bautizos, y que, según cuenta la historia, era muy frecuentada por Santa Rosa de Lima quien, debido a la cercanía que tenía con la familia, realizaba aquí sus plegarias.
Otro ambiente muy especial y de los más encantadores de la casona es el patio central de estilo sevillano, en cuyo centro se ubica una hermosa fuente de hierro fundido que data del siglo XIX. Este lugar tiene, además, un enorme ficus de más de 200 años.
Como en toda casa, el comedor se hace presente con elegantes vajillas italianas y candelabros de la época. En el medio se observa una mesa rectangular donde antiguamente la familia se reunía bajo un techo tallado totalmente de madera. Las habitaciones también preservan el mismo decorado donde el único canal de luz es un ventanal ubicado en el techo. Recordemos que antes el alumbrado era solo con velas debido a que no había corriente eléctrica.
Otro espacio de gran historia es el salón de los azulejos. Aquí se puede observar una chimenea, en cuya parte superior está la pintura de Jerónimo de Aliaga, acompañada de su espada original.
Aunque lo que más nos impresionó fue el increíble pasillo. No hay un solo milímetro sin decorar!!!
Después de visitar la Casa de Aliaga nos dirigimos al Monasterio de Santo Domingo. Hicimos un tour guiado de 45 minutos, como no había nadie más, estuvimos solos con el guía. Esta iglesia y su enorme convento forman uno de los conjuntos históricos y religiosos más importantes de la ciudad.
El conjunto está construido sobre un terreno concedido al fraile Vicente de Valverde, que acompañó a Pizarro en la conquista de Perú y le convenció de que ejecutara al inca (=rey) Atahualpa. El templo de color rosa se completó en el S.XVI, pero ha sido reconstruido en varias ocasiones.
Durante la visita podéis sumergiros en el fascinante mundo del arte religioso, contemplar la impresionante biblioteca con sus miles de libros antiguos y manuscritos, caminar por los claustros que parecen haberse detenido en el tiempo y visitar la iglesia con sus majestuosos retablos y pinturas.
En la impresionante biblioteca, hay algunos maniquíes de monjes enfrascados en la lectura, lo que le da un aspecto aún más auténtico. La mayoría de los libros están escritos en latín, aunque también hay en español y en otras legüas.
Además, el Convento de Santo Domingo tiene una gran importancia histórica, ya que fue testigo de diversos acontecimientos importantes durante la época colonial. Ya que fue utilizado como cárcel y tribunal de la Inquisición, y se dice que muchos de los prisioneros fueron torturados en las mazmorras del edificio. También fue el lugar donde se veló el cuerpo del conquistador español Francisco Pizarro después de su asesinato en 1541. Además, en la época de la independencia del Perú, la iglesia de Santo Domingo fue uno de los principales centros de actividad política y social. Se puede subir al campanario desde donde se obtienen unas buenas vistas de la catedral.
El Convento de Santo Domingo también cuenta con un interesante museo que alberga una colección de arte religioso y arqueológico, así como objetos históricos de la época virreinal y republicana. Una de las joyas del museo es la famosa Capilla de Santa Rosa de Lima, considerada una de las más bellas de la ciudad de Lima. Esta capilla fue construida en el siglo XVII y decorada con murales y frescos de la época, que representan escenas de la vida de Santa Rosa de Lima, la primera santa de América Latina. También se puede ver la capilla dedicada a San Martín de Porres (primer santo negro del continente), donde se encuentran sus restos en un altar de plata. Esta capilla es un lugar de devoción y peregrinación para muchos fieles que acuden a pedir su intercesión.
Después de esta visita regresamos a la Plaza de Armas. Uno de los edificios destacados es el Palacio de Gobierno. Este enorme edificio de estilo barroco, construido en 1937, es la residencia del presidente de la República. En los jardines de su interior aún se conserva una higuera plantada por el propio Pizarro. El Palacio está protegido por la guardia presidencial, que con sus vistosos uniformes llevan a cabo, cada día a las 12h, el cambio de guardia al ritmo de El cóndor pasa. No pudimos acercarnos mucho, ya que había una manifestación, y la Plaza de Armas estaba cortada, no se podía pasar por ninguna parte. Así que lo vimos de lejos y seguimos con las visitas.
Otro edificio destacado en la Plaza de Armas, aunque ya no se puede visitar, es el Palacio Arzobispal Construido en 1924 al estilo colonial, con preciosos balcones moriscos, fue sede administrativa de la Archidiócesis hasta que fue transformado en museo en 2009. En él se exponían obras de arte religioso y magníficas pinturas pero por lo visto el Arzobispo ha decidido volver a trasladar sus oficinas aquí y se ha vuelto a cerrar al público.
Antes de continuar con las visitas, nos fuimos a comer al Bar Cordano que desde 1905, deleita a comensales peruanos y extranjeros con su exquisita comida y sus populares cocteles.
Se encuentra ubicado frente a la antigua estación ferroviaria de Desamparados (hoy casa de la literatura peruana). Después de 73 años de pertenecer a sus dueños originales, el bar fue cedido a sus trabajadores en 1978. Fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1989. En uno de sus comedores hay una colección de fotos de clientes ilustres. Ofrece una variedad de platos típicos peruanos, entre los más famosos figuran el Tacu Tacu, el Ají de Gallina, y los Tallarines Verdes. Ojito con el picante!!, todo lo que lleve ají o esté cocinado “a la limeña” pica!!. Aunque podría mejorar la limpieza del suelo, el lugar tiene historia y la comida nos encantó.
Después de comer, y en dirección a la catedral, entramos en el Choco-museo, más un bar y una tienda que un museo, pero sin duda una delicia para cualquier goloso. Ubicado en un edificio histórico del S.XVI en el que un día durmió el libertador de Perú, el general José San Martín, ofrece una selección de estupendos chocolates peruanos. Estuvimos degustando chocolates de diferentes sabores, y tras hacer un par de compras, nos sentamos en una de sus mesas a tomarnos un café y seguir comiendo el chocolate que habíamos comprando. Momento gula del día!.
A continuación visitamos la Catedral, cuya historia comienza en 1535, cuando el conquistador español Francisco Pizarro ordenó edificar un templo católico encima del lugar que ocupaba un centro de adoración indígena junto al palacio del príncipe Sinchi Puma, descendiente del Inca Sinchi Roca, gobernante del Cusco.
A raíz de los daños causados por los terremotos de 1687 y 1746, la Catedral sufrió una serie de modificaciones y reconstrucciones. De aquella época datan sus modernas torres de estilo neoclásico y su altar mayor. Posteriormente, tuvo otras restauraciones a fines del siglo XIX y después del terremoto ocurrido en 1940.
Al recorrer la iglesia, observaremos que está distribuida en tres naves y catorce capillas laterales. En la nave central se encuentra el impresionante coro de madera del español Pedro de Noguera.
Una de las capillas más visitadas es la que alberga el sepulcro de Francisco Pizarro, adornada con paneles de mosaicos venecianos. Se trata de una antigua cripta descubierta a principios del siglo XX cuando se realizaban trabajos de mantenimiento.
Se descubrieron varios cuerpos y una urna de plomo sellada con la inscripción: “Aquí yace la cabeza del caballero marqués Don Francisco Pizarro, que descubrió y ganó los reinos del Perú”. Tras una serie de pruebas se demostró que el cuerpo que había sido expuesto como el de Pizarro, en realidad era de un oficial desconocido, y el cuerpo hallado en la cripta era el de Pizarro. Juntaron cuerpo y cabeza y los trasladaron a la capilla, donde además también puede verse la urna de plomo.
También se puede acceder a las catacumbas con algunos restos óseos y muestras de enterramientos, además de a la sacristía, un museo con pinturas y vestimentas, y a biblioteca, que aunque más pequeña que en el Convento de Santo Domingo, también tiene mucho encanto (entrada S/30).
Entre el Palacio del Arzobispo y el Palacio del Gobierno, se encuentra el Museo del Pisco, un maravilloso bar ubicado en la casa del Oidor, del S.XVI. Es una réplica del original en Cuzco. Su ambiente agradable, sus fantásticos cócteles y su menú del mediodía lo hacen aún más atractivo.
Nos quedaba la visita más importante del día, el Monasterio de San Francisco, pero al acercarnos hasta la puerta descubrimos una enorme cola que daba la vuelta a la manzana. Multitud de locales esperaban su turno para realizar ofrendas, seguramente en algún día señalado que lo logramos averiguar. Total, nos marchamos sin visitar y decidimos regresar a nuestra vuelta de Nazca, dentro de unos días.
Vaya primer día, eh? Si conseguís visitar los edificios más importantes y aún os queda tiempo y fuerzas, hay otros rincones interesantes, como la Plaza Bolívar, el mercado central y el barrio chino, o más al este de la plaza de armas y algo más alejado, el Santuario de Santa Rosa de Lima y la Casa-capilla de San Martín de Porres, la iglesia de las nazarenas o la casa Fernandini.
Cuando ya tuvimos suficiente de iglesias y casas limeñas, regresamos al hotel en InDrive (hay que tener en cuenta que se pierde mucho tiempo en los desplazamientos), y como estábamos agotaditos, no quedamos en los alrededores, en el Parque Kennedy, una zona repleta de bares y restaurantes en la que seguro que no falta el ambiente, como en la calle de las pizzas (Pasaje San Ramón) con algún restaurante y muchos bares musicales.
El Parque Kennedy es famoso por la gran cantidad de gatos de todos los tamaños y colores. Se dice que hace años había ratones en la zona, y para resolver este problema, las personas empezaron a dejar sus gatos en el parque, que se acabaron reproduciendo y ahora están por todas partes!!.
Todos los días artistas locales hacen presencia en el parque para ofrecer sus cuadros y artesanías a los visitantes y transeúntes. Tuvimos otras dos noches más para cenar por la zona y jugar con los gatitos pero hoy ya tocaba descansar, así que compramos algo de fruta para cenar en la habitación y nos fuimos a descansar. Casi ningún día de este viaje tuvimos hambre de cenar y no sabemos aún por qué!!