En marcha!!! Tras desayunar en nuestra casita de Lima, fuimos a recoger nuestro coche de alquiler en la agencia Sixt (a pocos pasos del hotel), para un recorrido de tres días por la costa sur. En la agencia nos preguntaron hasta dónde íbamos a ir, y al decirles que a Nazca, casi no nos entregan el coche! Por lo visto, a los coches pequeños y económicos no los dejan pasar de Ica. Nos dijeron que las carreteras en Nazca no son adecuadas para coches pequeños y que la distancia es muy grande. Como no tenían ningún otro coche disponible, al final nos entregaron el que teníamos reservado, no sin antes meternos el miedo en el cuerpo sobre la conducción peruana.
Una vez hechos los trámites nos dispusimos a dejar la capital rumbo al desierto por la Panamericana Sur. Dejamos nuestro equipaje pesado en el hotel, por seguridad, y para poder alquilar un coche pequeño y no andar cargando con las maletas.
La primera media hora, hasta salir de Lima, fue bastante estresante, pero más por el miedo que nos metió la señora de la agencia que por otra cosa. Si bien los peruanos conducen muy pero que muy mal, ya tenemos experiencia en conducción temeraria, así que como un equipo que somos, yo al volante, Julián de copiloto y mi madre controlando los flancos y la retaguardia, conseguimos salir de Lima sin ningún rasguño.
Tras varias horas de conducción por un paisaje desolador, nos asombró descubrir la miseria y la dejadez de los pueblos por los que pasamos. Si en google maps aparecía una urbanización, en realidad encontramos varias filas de barracas destartaladas y calles sin asfaltar. No sabemos si los pilló la pandemia o si los proyectos de construcción de la costa fueron abandonados antes, pero la verdad es que la mayor parte de las construcciones están inacabadas.
En el recorrido hasta Ica hay tres peajes, uno de S/7,50 y dos de S/18,80. Sin realizar ninguna parada, aparte de repostar y comprar algunos snacks, llegamos a Ica y nos fuimos directos a la Bodega Tacama. La calle de entrada estaba cortada así que tuvimos que dar un enorme rodeo por pistas sin asfaltar hasta que por fin llegamos a la Hacienda.
Tacama es la primera Viña del Perú, así como la hacienda de vinos más antigua de Sudamérica. La fundación de Tacama data de la década de 1540 por Francisco de Carabantes, un español pionero que sembró en aquella época las primeras parras en el caluroso Valle de Ica (traídas de las islas Canarias). Estas parras se adaptaron, prendieron y echaron raíces. Comenzaba así la centenaria historia de un viñedo lleno de tradición.
Las clásicas barricas de madera han cambiado por grandes cubas de acero, pero la tradición con la que preparan sus productos no ha cambiado. Se recolectan las mejores uvas y se colocan a 10 grados para mantener y garantizar su perfección. Luego ingresan a las gigantes cubas de hasta 25 mil litros para reposar el tiempo ideal, que fermenten, se destilen, y se tenga un pisco con el sabor y aroma deseado. Esta tradicional forma de elaborar las 18 variedades de vino y pisco, es lo que Tacama busca enseñar en esta genial ruta de turismo enológico, cultural y gastronómico.
Lo primero que hicimos al llegar fue comprar los tickets para el tour guiado (S/40) y comer en el fabuloso restaurante de la Hacienda. La comida fue de ensueño, asistidos Mayeli, una chica muy profesional que nos iba explicando con todo detalle los ingredientes de cada plato que nos servía, recomendándonos las especialidades locales y los vinos adecuados. Comimos de maravilla, mi madre y yo un asado de res al vino, y Julián Tacu Tacu con lomo saltado. De postre brownie con helado de vainilla y Pie Pecama….espectacular!!.
Hicimos el Gran Tour Bodega + Hacienda que incluye una proyección que relata la historia de Tacama y explica los procesos de elaboración los vinos.
Seguidamente recorrimos la bodega clásica y la moderna planta de producción y el proceso de fabricación del vino. Por último, conocimos la arquitectura e historia de la propiedad haciendo un recorrido por la Hacienda: Patio, Capilla y Campanario. En la capilla se celebran bodas y bautizos. Se puede subir a lo alto del campanario y contemplar las fantásticas vistas de los viñedos con los Andes al fondo. Al final de la vista nos sirvieron una degustación de vino, pisco y espumoso.
Después de esta fantástica visita pusimos rumbo al Oasis de de Huacachina. Este oasis con su laguna de aguas verdes, surgió debido al afloramiento de corrientes subterráneas.
Alrededor de ella hay una abundante vegetación compuesta de palmeras, eucaliptos y huarangos (una especie de algarrobo), que sirve para el descanso de las aves migratorias que pasan por esta región. Todo ello contribuye a hacer de Huacachina uno de los lugares más vistosos y bellos de la costa peruana.
Cuenta la leyenda que una princesa incaica de ojos verdes y bonita voz, llamada Huacca China (la que hace llorar), se enamoró de un joven guerrero que murió tiempo después. Al enterarse de la noticia, la princesa fue al lugar donde se habían conocido, y mientras lloraba, a través de su espejo de mano, descubrió a un joven que la miraba. Él se le acercó pero ella huyó rasgándose el vestido que formaría los arenales y las dunas, y el espejo se cayó y se rompió en mil pedazos dando forma a la laguna. La princesa se convirtió en sirena y en las noches de luna llena sale a cantar su antigua canción.
Actualmente, uno de sus principales atractivos es practicar el sandboard y lanzarse dunas abajo con buggies. Nosotros nos limitamos a contemplar el atardecer en este bonito entorno. Para acceder hay que pagar una entrada de S/3,6.
Después de esta visita nos fuimos al hotel, el Hotel las Flores, y de nuevo encontramos la calle en obras!. Tuvimos que atravesar un tramo sin asfaltar y en bastante mal estado (ahora entendemos por qué la de la agencia no nos quería dar el coche). Después de instalarnos y descansar un rato, bajamos a cenar algo ligero en el mismo restaurante del hotel. No hay nada por los alrededores, o se cena en el hotel o en el oasis, pero con el tráfico infernal de Ica, preferimos no conducir de noche así que no volvimos a salir.