Suena el despertador a las 3 a.m y lo primero que vemos es un mail que nos informa que nuestro vuelo interno ha sido cancelado!!! Nos recolocan en otro vuelo de Latam que llega a Lima demasiado tarde para coger el vuelo internacional. Estábamos perdidos, ¿o no?
Empieza la odisea. Nos vamos al aeropuerto en un transfer que teníamos reservado y hacemos cola en el mostrador de Latan junto con cientos de pasajeros. Nos quieren colocar en un vuelo que no nos sirve, insistimos que tenemos un vuelo internacional, y después de enseñar las tarjetas de embarque de Avianca, y tras una espera angustiosa tras el ordenador, finalmente nos piden las maletas. ¡¡Parecía que íbamos a embarcar!!
El vuelo que nos han puesto sale a las 8:35h y llega a Lima a las 9:35h. Tenemos sólo una hora para recoger el equipajae, volverlo a facturar y pasar todos los controles. Nos dice la chica: “Tendréis que correr”…y ¡¡vaya si corrimos!!.
El paso por Lima fue visto y no visto. Totalmente coordinados, recogimos las maletas y volvimos a facturar como si nos fuese la vida en ello. Llegamos a la puerta de embarque 5 minutos antes de que abriesen.
Hicimos escala en Bogotá, tras sobrevolar el Amazonas, y ya a bordo de nuestro segundo vuelo, nos informa el capitán que hay aviso de turbulencias durante TODO el vuelo. ¿Diez horas de turbulencias? ¡¡No podía estar pasando esto!!
Al final resultó que o bien se esfumaron las turbulencias, o al capitán se le fue la olla con el aviso. Los vuelos fueron tranquilos y sin más sobresaltos, ¡¡¡que ya habíamos tenido suficiente!!!
Después de un día larguísimos y dos noches sin dormir, llegamos a Barcelona a las 9h.
Otro viaje espectacular, con la salud un tanto atacada, pero que sin duda ha valido la pena. ¡¡Hasta la próxima aventura, mosqueteros!!