Pusimos rumbo a Jaisalmer, una ciudad fortificada medieval que se alza sobre los remotos desiertos de Rajastán, en la frontera con Pakistán.
Por el camino, seguimos contemplando atónitos los puestos ambulantes, las vacas, los camellos y todo tipo de obstáculos que iban apareciendo a nuestro paso.
Paramos a comer en la fortaleza de Pokran, disfrutando del ya clásico pollo con arroz, y aprovechamos para visitar el entorno. La fortaleza de Pokhran, también conocida como "Balagarh", es una imponente estructura que se eleva en medio del desierto de Thar. Construida en el siglo XIV, fue el primer fuerte del jefe de los Champawats, un clan de Rathores del estado de Marwar-Jodhpur.
La fortaleza ha sido testigo de numerosos acontecimientos históricos y ha servido como un refugio seguro para sus habitantes a lo largo de los siglos. Sus muros robustos y su ubicación estratégica la convirtieron en un bastión inexpugnable.
La arquitectura de la fortaleza refleja la rica tradición de la región de Rajastán. Sus intrincados diseños, patios y torres son un testimonio del talento de los artesanos de la época.
Como curiosidad, Pokhran es conocida por ser el sitio de las pruebas nucleares subterráneas de la India. Las detonaciones de Pokhran-I en 1974 y Pokhran-II en 1998 marcaron hitos importantes en el programa nuclear del país y posicionaron a la India como una potencia nuclear.
Proseguimos nuestro camino hasta Jaisalmer. La llegada fue divertida y un tanto peculiar. Mientras al resto de nuestro grupo los dejaban en un hotel de lujo, a nosotros nos conducían por una calle sin asfaltar, con vacas y cerdos campando a sus anchas, hasta el hotel Heritage Inn, que resultó ser una antigua haveli con muchísimo encanto.
Después de instalarnos en nuestras habitaciones, todo el grupo bajó a la piscina. Tras un baño y muchas risas, nos quedamos en el hall a jugar a cartas. Solo los que estábamos allí sabemos la que liamos. El conserje nos llamó varias veces la atención por nuestros gritos y, cuando ya cansados de jugar al Uno nos decidimos a regresar a nuestras habitaciones, descubrimos que en la azotea había una preciosa terraza donde no hubiésemos molestado a nadie.
A la hora convenida, cenamos en el restaurante del hotel junto a nuestro guía Ganesh, y tras un buen rato de risas y conversación, nos fuimos a descansar.