Dedicamos este día de nuestro viaje a conocer un poco más la capital jordana. Visitamos la mezquita, la Ciudadela y recorrimos el centro antiguo visitando lo que nos había quedado pendiente.
Nuestra primera visita fue la mezquita del Rey Abdalá. Esta mezquita toma el nombre del rey jordano Abdalá I y fue construida entre 1982 y 1989, convirtiéndose en uno de los símbolos de la ciudad. La mezquita está coronada por una cúpula cubierta con magníficos mosaicos azules y posee una capacidad de hasta 3.000 personas, además posee dos cúpulas más pequeñas y dos minaretes de arquitectura futurista. La mezquita está situada en la colina Jebel al-Weibdeh en la parte occidental de la capital jordana.
Se accede a ella por una especie de mercadillo que hay situado debajo del edificio. Allí te facilitan una especie de capa para cubrirse y, vestidos como los personajes de Harry Potter, ya puedes entrar a visitar.
Al salir de la mezquita, cogimos un uber que nos llevó hasta la Ciudadela. Situada en lo alto de una colina, ha estado habitada durante más de 7000 años. Esta colina es un impresionante museo al aire libre ocupado desde el neolítico y siguiendo con la ocupación de asirios, babilonios, persas, griegos y romanos, hasta que finalmente quedó bajo el dominio musulmán.
Hoy la Ciudadela es posiblemente el mejor mirador de Ammán. Desde sus más de 800 metros sobre el nivel del mar domina el paisaje y permite admirar cómo las casas y edificios de piedra blanca (está prohibido construir con cualquier otro material) se desparraman sobre colinas y más colinas.
Entre sus lugares más importantes se encuentra el Templo de Hércules, los restos del Palacio Omeya, una Iglesia bizantina y el Museo Arqueológico de Jordania, que tiene algunos de los Manuscritos del Mar Muerto.
El Templo de Hércules, antaño conectado con el foro (en el centro de la ciudad), se construyó durante el reinado del emperador romano Marco Aurelio (161-180 d.C). Solo son identificables algunas partes del podio y las columnas, visibles desde toda la ciudad. También se ve el resto de una mano tallada en piedra, que muestra el nivel de detalle del templo en sus tiempos de gloria. Un mirador cercano brinda magníficas vistas.
El Palacio Omeya, construido en el 720, era un vasto complejo de edificios reales y residenciales, y en su día también la casa del gobernador de Amán. Fue destruido en el año 720 por un terremoto y jamás se ha reconstruido. Se pueden ver las ruinas de la sala de audiencias, un edificio con cúpula diseñado para impresionar a los visitantes del palacio real.
Al norte de la sala hay un enorme patio que conduce a una calle columnada de 10 m de ancho, con numerosos arcos y pilares y flanqueada por edificios residenciales y administrativos. Más adelante, la antigua residencia del gobernador alberga la sala del trono.
Al este de la sala de audiencias se encuentra la cisterna omeya, un enorme hoyo circular con escaleras hasta el fondo y que suministraba agua al palacio y las zonas aledañas. Cerca del museo, las ruinas de iglesia bizantina, alberga algún polvoriento mosaico.
Dentro del recinto de la Ciudadela también se encuentra el Museo arqueológico con algunas piezas muy importantes. Destacan las estatuas antropomorfas de Ayn Ghazal, descubiertas cerca de Amán en la década de los 80. Las excavaciones sacaron a la luz 32 estatuas humanas de más de 8.000 años de antigüedad y que se consideran las representaciones humanas más antiguas que se conocen. Las estatuas se moldearon en yeso sobre una estructura hecha de juncos. Destacan las cabezas y los ojos pintados con betún traído del Mar Muerto.
También destaca una reproducción de la estela de Mesha (la original está en el Museo del Louvre), que narra las gestas del rey moabita Mesha (850 a.C). El texto de su inscripción es uno de los documentos más antiguos sobre los reinos que habitaron Jordania durante la Edad de Bronce. Cuando la estela fue descubierta, se desató una disputa entre franceses, británicos y otomanos por su posesión. Los lugareños terminaron por prenderle fuego y la rompieron en mil pedazos.
Otras piezas destacadas son los sarcófagos antropoides del S. XI a.C (similares a los de Egipto) o la cabeza de dos rostros de la diosa Isthar.
La diosa babilónica Ishtar, cuyo culto estuvo generalizado en tierras de Oriente Próximo, era considerada la diosa del amor, la belleza, la vida y la fertilidad. Se la asociaba a la sexualidad y su culto implicaba incluso la prostitución sagrada. Aseguró haber quedado embarazada y afirmó que los rayos del sol habían concebido de manera milagrosa al hijo que esperaba. Su hijo, Tamuz, habría nacido exactamente en el Solsticio de Invierno, que es entre el 21 y el 25 de diciembre.
Después de pasar la mañana en la ciudadela, bajamos al centro histórico de nuevo con un uber, para comer y continuar con las visitas.
Comimos en restaurante Jafra, en pleno centro. Totalmente recomendado. Situado en el primer piso de un edificio, tiene un balcón donde se puede comer, aunque el interior es precioso y merece la pena. Por las noches hay actuaciones en directo.
Muy cerca también se encuentra el Restaurante Hashem situado en una especie de callejón. Siempre hay cola pero el servicio es muy rápido. Con más de 50 años de historia presume de servir el mejor falafel. No hay que perderse tampoco su humus con carne picada por encima, ni el Mtabal (humus de berenjena).
Después de comer seguimos visitando otro de los lugares imprescindibles que no hay que perderse en Amán, el Duke’s Diwan. Esta casa de 1924 ha sido oficina de correos (la primera en Ammán), Ministerio de Economía y hotel. Un importante hombre de negocios la ha restaurado y decorado con mobiliario de época. La colección de fotos antiguas de Ammán ofrece imágenes interesantes de tiempos pasados (entrada gratuita).
Si os entra hambre, muy cerca de aquí se encuentra la famosa pastelería Habibah. Es el lugar de postres favorito para la mayoría de jordanos, se nota por la gran cantidad de gente haciendo cola o comiendo sus dulces sentados en la pequeña plaza interior.
Desde aquí, cogimos otro uber y subimos hasta Darat Al Funun, un centro cultural dedicado al arte moderno. Casi tan importante como las obras que alberga, son los elementos decorativos del edificio. En la base, cerca de la entrada, se encuentran las ruinas de una iglesia bizantina del S. VI. Los edificios de alrededor son casas restauradas de la década de 1920. Un señor muy amable nos iba siguiendo y abriendo y cerrando puertas de las diferentes salas, para que no nos dejásemos ni un rincón por visitar. Alberga un café y unos jardines con vistas a Amán, donde nos tomamos otro té y algún capuchino.
Otro punto de interés a visitar es el Wild Jordan Center. Perteneciente a la Real Sociedad para la Conservación de la Naturaleza, se trata de una edificación de cristal y hierro que domina toda la ciudad. Las vistas desde aquí son espectaculares. El edificio está destinado a la ecología y la naturaleza, e incluye información, comida, y objetos de artesanía de las diferentes tribus de Jordania. El restaurante no es barato pero merece la pena por las vistas y porque todo lo recaudado va a parar a las familias que viven en las reservas (nosotros no llegamos a visitarlo).
Después de todas estas visitas, volvimos al hotel y nos quedamos a cenar de nuevo en su restaurante.