Tras un copioso desayuno en el patio del hotel empezamos el día visitando el Palacio de Topkapi.
El Palacio Topkapi es el mejor reflejo de la época imperial en Estambul y simboliza el poder que alcanzó Constantinopla como sede del Imperio Otomano. Desde este palacio los sultanes gobernaron su imperio hasta mediados del siglo XIX.
La construcción del Palacio Topkapi comenzó poco tiempo después de que Mehmed II tomara Constantinopla. El palacio inicial fue inaugurado en 1465. Durante las décadas siguientes el palacio fue ampliado por los diferentes gobernantes.
En 1856, el Sultán Abdulmecid decidió trasladar su residencia al Palacio Dolmabahçe, un palacio de corte occidental.
En sus 700.000 metros cuadrados, el Palacio Topkapi cuenta con cuatro patios y múltiples edificios en su interior: sala de armas, cocina, establos reales, tesoro y muchos más.
En el mismo recinto (en el interior de sus murallas) se encuentra el Museo Arqueológico y otros edificios de interés.
La Puerta Imperial es la principal entrada del palacio. Pertenece a la construcción original de la época de Mehmet II del año 1478, de quien mantiene su “tugra” o firma en la parte superior. A través de ella se accede al recinto, comenzando por el primer patio. Una vez dentro, el silencio se apodera del espacio, tal y como exigían los sultanes.
El Salón Imperial es el salón del trono. Una impresionante sala abovedada del siglo XVI decorada al más mínimo detalle donde se realizaban las recepciones y algunos entretenimientos. Contaba con varias puertas secretas hacia otras estancias. En el centro, junto al trono, un pórtico de columnas azules divide el espacio. Cada detalle es de impresión y conviene detener la mirada para observar con calma.
De entre las múltiples partes que tiene el palacio, una de las más importantes es el Tesoro. Cuenta con algunos de los objetos más valiosos del mundo, como el diamante del cucharero (un diamante de 88 quilates que perteneció a Letizia Ramolino, madre de Napoleón) o el puñal topkapi (el arma más cara del mundo, construido en oro con esmeraldas incrustadas).
Otro lugar imprescindible a visitar es el Harén, la ‘parte prohibida’ en árabe, el lugar reservado a las mujeres. Más de 400 habitaciones para un séquito que iba desde la Reina Madre, y máxima responsable del harén, hasta familia, sirvientes, consortes, príncipes y el resto del entorno del monarca. Allí habitaban cientos de mujeres y muy pocos hombres podían entrar.
El harén es uno de los espacios más visitados del Palacio de Topkapi. Un lugar que fascina a los viajeros desde su apertura al público a principios del siglo XX. Un lugar cerrado, prohibido, durante siglos. 15.000 metros cuadrados de edificios, pasillos, jardines o fuentes, con habitaciones maravillosamente decoradas. Alfombras, azulejos, mosaicos, vidrieras… un auténtico elogio al color, predominantemente verde, que nadie del exterior conocía. Según se visita, más impresiona el lugar.
El Patio de los Eunucos Negros (siglo XVI) es la primera estancia que se visita al entrar en el harén. Más que un patio tradicional se trata de una zona de paso donde estaban las dependencias de los eunucos. Destacan sobremanera las columnas, de dos alturas, de los soportales del estrecho pasillo, donde se encontraban las habitaciones.
En las paredes se mantiene la línea azul y verde de otras estancias. La planta alta, para los novatos. La planta baja, para los eunucos con labores administrativas. Los eunucos negros eran quienes custodiaban el harén. A diferencia de los blancos, procedían de la esclavitud y eran africanos. Su labor era proteger el harén y servir a las mujeres. Los eunucos eran castrados por lo que no podían poner en peligro la virginidad de las hembras.
La visita al Harén de Topkapi termina en el Patio de las Concubinas o de las Favoritas, construido en la misma época que el Patio de los Eunucos. Es el patio más pequeño del harén. Las concubinas eran aquellas mujeres que no alcanzaban a ser esposas legítimas del sultán ni lo suficientemente bellas, pero que estaban a su servicio. Eran esclavas. Mientras que las favoritas eran bellas e inteligentes, todavía vírgenes, y podían ser elegidas por el monarca. En el harén había un escalafón para las mujeres.
También destacan dos pequeños quioscos o pabellones gemelos servían como apartamentos del príncipe heredero en el Harén de Topkapi. Se trata de un pequeño palacete con dos habitaciones gemelas del siglo XVII con vistas al Cuerno de Oro. Su interior es impresionante, con vidrieras y azulejos muy espectaculares.
Después de visitar Topkapi nos fuimos a la estación de Sirkeci desde donde partía el Orient Express. Este enigmático tren de larga distancia realizaba uno de los trayectos más bonitos e increíbles que se han hecho jamás, recorría los 3.094 kilómetros que separan las ciudades de París y Constantinopla.
El edificio fue construido en el año 1890 bajo las órdenes del alemán August Jachmund quien siguió los cánones de la arquitectura otomana, y es el principal recuerdo de aquella línea de viajeros que sirvió de inspiración a Agatha Christie en su conocida novela Asesinato en el Orient Express. La fachada es de tonos rosáceos y permanece tal y como era en origen.
El interior es aún más enigmático. Un enorme hall de entrada nos da la bienvenida y desde el mismo se distribuyen las diferentes salas donde los viajeros esperaban su tren. La madera es la principal protagonista de cada una de las estancias que a su vez están adornadas con luminosas vidrieras y ventanas. Había un pequeño museo, pero debido a la pandemia estaba cerrado.
En la actualidad, la estación del Orient Express está considerada edificio histórico. No se usa para el transporte de viajeros, para ello ya está la terminal Marmaray Sirkeci, situada justo al lado. De hecho buena parte de la planta inferior está ocupada por un restaurante que durante muchos años fue lugar de encuentro de escritores, periodistas y, por supuesto, viajeros. Nosotros comimos aquí y ¡¡no paramos de hacer fotos de todos los detalles!!
Después de comer recorrimos los pintorescos barrios de Balat y Fener. Cogimos un autobús (99) en la estación de Sirkeci en dirección a Eyüp. A la vuelta, este autobús cruza dos veces el Bósforo, así que no os penséis que os habéis equivocado.
Situados a lo largo de la costa sur del Cuerno de Oro, caminar estos barrios es un auténtico viaje al pasado. Antiguamente, ambos barrios eran un crisol de las culturas judía, griega, armenia y turca. Balat era el antiguo barrio judío y Fener, por su parte, era de mayoría griega.
Sin embargo, el carácter multicultural de Balat y Fener se perdió a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, cuando gran parte de la comunidad judía emigró a raíz del nacimiento de Israel y la mayoría de las familias griegas huyó a causa del Conflicto de Chipre en los 60 y 70. Después de eso, la zona cayó en el olvido durante un largo periodo convirtiéndose en una de las más pobres de Estambul. A partir del 2003, siguiendo un proyecto de renovación para Balat y Fener financiado por la Unión Europea, la zona empezó a despertar de nuevo llenándose de cafés bohemios, tiendas vintage y talleres de artesanía. Tanto Balat como Fener fueron incluidos en la lista de Patrimonio Universal de la UNESCO.
La mejor manera de descubrir Balat es perdiéndose en sus estrechas y empinadas calles. Entre históricas casas de madera de extrañas formas y colores, sinagogas, iglesias y mezquitas de épocas bizantinas y otomanas, hay muchos pequeños secretos por descubrir.
Lo primero que visitamos fue la Catedral Patriarcal de San Jorge, sede del Patriarcado de Constantinopla desde el año 1600. Aunque la catedral es humilde y relativamente pequeña, es para los creyentes ortodoxos tan importante como San Pedro del Vaticano para los católicos.
El paseo a pie debería seguir por uno de los edificios más emblemáticos del barrio, el Instituto Griego Ortodoxo de Fener (también conocido como Castillo Rojo), construido en 1454 con ladrillo rojo traído desde Francia. El imponente edificio con forma de castillo domina la colina de Fener y está todavía en uso como instituto para una minoría de origen griego.
El pintoresco cruce de las calles Sancaktar Yokuşu y Akçin, ha sido durante años la imagen más retratada del barrio de Fener y aunque ha perdido relevancia con la renovación artística del barrio, sigue conservando una autenticidad especial que hace que siga siendo uno de los rincones más famosos de Estambul.
Otro rincón a destacar son las conocidas como Escaleras de la Escuela. Hasta hace un tiempo pasaban totalmente desapercibidas por los visitantes, pero una reciente intervención artística y la apertura de una singular cafetería han provocado que se hayan convertido en uno de los lugares más fotografiados de Fener.
Pero sin duda el conjunto más famoso de mansiones de los barrios de Fener-Balat son los Apartamentos Palantio, que destaca por la belleza icónica de sus edificios pintados en vivos colores. Pertenecientes a la antigua élite feneriota, las casas de colores han sido seleccionadas como ejemplo de la renovación del barrio y han ocupado numerosas portadas de revistas, siendo responsables en gran medida de la creciente popularidad de esta parte de la ciudad.
Para finalizar la ruta, nos asomamos a las mansiones de la colina de las escaleras, uno de los conjuntos mejor conservados de viviendas del siglo XIX, cuyo diseño facilitaba el aislamiento térmico y reducía considerablemente los costes de construcción. La calle donde se ubican estas mansiones (Merdivenli Yokuşu sokak) tiene una elevada pendiente, lo que complica enormemente la vida diaria a sus vecinos, los cuales acceden a sus viviendas a través de una doble escalinata que ocupa ambas aceras y que da nombre a esta calle.
Nos tomamos un descanso en uno de los numerosos bares de la zona y regresamos en autobús y tranvía hasta nuestro hotel. Cansadísimos de caminar por las empinadas calles de Fener y Balat, nos quedamos de nuevo a cenar en el hotel.