Dejábamos atrás Hangzhou y seguíamos nuestra ruta en tren de alta velocidad hacia Suzhou. Nos instalamos en el hotel Nanlin donde, una vez más, nos sirvieron una comida en mesas rodantes donde todo sabía igual. Ya en Suzhou, visitamos el Jardín de las Redes del Pescador y la Colina del Tigre, y acabamos el día con un paseo en barca por los canales.
Suzhou es una de las ciudades más encantadoras de China. Toda la ciudad parece estar hecha para enamorar al visitante, algo de lo que ya dio fe Marco Polo cuando visitó este enclave en la desembocadura del Yangtzé hace casi 800 años. Sus canales, que bien se pueden comparar con los de Venecia; sus jardines, uno de los legados de la cultura china más encantadores; y la amabilidad de sus gentes lo convierten en una visita imprescindible.
Junto a Hangzhou, Suzhou es una muestra palpable de la armonía de la cultura china con la naturaleza, que convierte a las ciudades en rincones sacados de un sueño. Hay un dicho tradicional chino: “En el cielo está el Paraíso, en la Tierra tenemos Hangzhou y Suzhou”.
Los jardines son, sin duda, uno de los elementos más importantes de la ciudad de Suzhou. La mayoría de estos jardines pertenecían a casas particulares. La arquitectura clásica de los jardines chinos incluye siempre cuatro elementos: rocas, agua, pabellones y plantas. Los jardines de Suzhou están declarados Patrimonio de la Humanidad.
Entre los más importantes se encuentran el Jardín del Administrador Humilde, el Jardín de la Armonía, el Pabellón de las Olas Rompientes (que alberga el Templo de los Quinientos Sabios) o el Bosque de los Leones. Nosotros visitamos el Jardín del Maestro de las Redes del Pescador.
El Jardín del Maestro de las Redes, o Jardín del Pescador, es el más pequeño de los parques de la ciudad, aunque su decoración es la que más cautiva el corazón de los turistas. Ocupa solo media hectárea. Está situado en el sur de la ciudad, en medio de un barrio de calles estrechas cuya restauración se está haciendo gradualmente, manteniendo una atmósfera agradable. Su espacio reducido obligó a los diseñadores a esforzarse para crear suficientes paisajes diferentes en su interior. Fue construido durante la Dinastía Song y restaurado en el siglo XVIII.
Su ornamentación gira en torno a un estanque central, salpicado de puentecitos de piedra y pabellones en los que dejarse envolver en el aroma de las flores y la humedad del agua. De todos los edificios que contiene, que están situados en la zona este, el más importante es la Biblioteca, en la que destaca un arco de piedra, y junto a ella hay una casa de té. En la zona oeste del jardín hay un lago con numerosos peces, y es la zona donde se representan conciertos de música tradicional en verano.
También visitamos La Colina del Tigre, donde se encuentra la tumba del rey He Lü. Según la leyenda, se vio merodeando por la tumba a un tigre blanco, de ahí su nombre. Pasado el tiempo, en el siglo III, se construyó un templo en ese mismo lugar, y en el siglo X una pagoda. Seguramente debido a que la colina es hueca (por la presencia de la tumba), la pagoda se fue inclinando irremediablemente. En los últimos pisos se distinguen los esfuerzos por enderezarla.
Del Templo solo queda la pagoda, con sus 7 pisos y 47 m de altura. El recinto está plagado de leyendas, como si cada etapa en la historia de Suzhou hubiera dejado su poso en dicho lugar. Destaca el Jardín de Bonsais, posiblemente el mejor de China; el Estanque de Espadas, donde se dice que hay 3.000 espadas y otros tesoros del rey He Lü; la Roca de la Almohada, la Roca Partida, y otros muchos rincones con esos nombres que tanto les gusta poner a los chinos, y que tanto nos encantan.
Otra de las actividades imprescindibles a realizar en Suzhou es el paseo en barco por los canales. A bordo de una embarcación tradicional china, se puede observar la forma de vida tradicional de las gentes de Suzhou, con sus casas orientadas al canal. Es un último intento de resistirse a la llegada del progreso.
Al acabar el crucero, nos dejaron tiempo libre para pasear por la famosa calle Guanquian Jie, cuyo nombre significa “calle del Templo”, porque en ella se encuentra el Templo del Misterio. Es muy popular y está abarrotada de gente a cualquier hora del día. Se caracteriza por sus numerosos restaurantes, tiendas y librerías de segunda mano.
Regresamos al hotel justo cuando empezaba a diluviar y, en una carrera, fuimos capaces de llegar hasta un restaurante que había enfrente, en Shiquan Street. Junto con otros compañeros del grupo, nos comimos unas pizzas buenísimas y regresamos empapados al hotel.