Nos levantamos aún de noche para poder ver amanecer en el desierto. Se podía hacer una ruta a pie o en camello (optamos por los camellos, 15JOD). Salimos del campamento ya en camello, y tras media hora de travesía, algo accidentada (mi camello no paraba de lanzarle coces al camello de delante), llegamos a un punto en mitad del desierto con excelentes vistas del amanecer.
Nuestro guía preparó el fuego y nos hizo té. También traía algunos dulces para desayunar. Contemplar el amanecer sentados en alfombras en el suelo, junto al fuego y tomándonos un té, fue una de las mejores experiencias del viaje.
Estuvimos unas dos horas fuera. Regresamos al campamento para desayunar y finalmente pusimos rumbo a Áqaba, en el Mar Rojo. Habíamos reservado en un resort, el Intercontinental Aqaba an IHG Hotel, queríamos descansar y disfrutar del mar.
Una vez instalados, pasamos el resto de día en las piscinas del hotel, los jacuzzis, la playa privada y el spa. El hotel estaba muy bien pero no había apenas gente, por lo que parte de las piscinas estaban cerradas, y por la noche no había mucho ambiente. Comimos en el bar de la piscina (carísimo) y como teníamos la cena incluida, esa tarde ya no salimos del recinto. Nos habíamos ganado el descanso, ¿no?.