¿Preparados para madrugar? A primerísima hora de la mañana entramos en recinto de Petra (entre las 6 y las 7) dispuestos a recorrer una de las Siete Maravillas del Mundo. Aunque llevéis la Jordan Pass, hay que pasar por taquilla para validar las entradas, sino no podréis entrar y tendréis que volver atrás.
Desde la entrada principal, un sendero de 800m serpentea colina abajo por una zona llamada Bab As Siq (entrada al Siq), donde están los primeros restos de la ciudad antigua.
A medio camino del centro de visitantes y la entrada al Siq, hay tres enormes bloques de piedra conocidos como bloques de Djinn o bloques de Dios. Fueron construidos por los nabateos en el S.I d.C y poco se sabe de su función. Algunos sugieren que representan el inicio de las tumbas o que estaban relacionados con dedicatorias funerarias, el culto al agua o a la fertilidad.
Un poco más adelante hay una magnifica tumba con 4 obeliscos piramidales de índole funeraria erigidos por los nabateos en el S.I a.C. Los 4 obeliscos junto con la erosionada figura central, representan probablemente a las cinco personas enterradas allí. La Tumba del Obelisco parece tener varios niveles, en realidad se erigió sobre otra estructura anterior más antigua con una fachada con columnas dóricas. Esta construcción se conoce como Triclinio (comedor) y se utilizaba para realizar festines en conmemoración a los muertos. Esta zona es mucho más bonita con la luz del atardecer, a la salida podéis dedicarle más tiempo (fot izquierda al amanecer, foto derecha al atardecer).
Después de estos 800m iniciales, entramos en el Siq. Con 1,2km de longitud de altas y verticales paredes, es uno de los puntos más destacados de Petra.
Ahora con luz, podremos fijarnos en todos los detalles de este mágico pasillo que serpentea hasta la ciudad oculta.
Técnicamente, el Siq, con sus paredes de 200m de altura, no es un cañón (garganta creada por el agua), sino un único bloque dividido por las fuerzas tectónicas. En varios puntos se pueden ver que la forma de la roca coincide en ambos lados, algo que es más fácil de apreciar en los tramos en los que se estrecha hasta los 2m.
En un punto se ensancha para revelar una tumba cuadrada junto a una higuera. Un poco más adelante, en la pared izquierda, se ve la talla erosionada de un camello y un caravanero. El canal de agua pasa por detrás de esta talla. De aquí en adelante, las paredes se estrechan y hasta parecen tocarse en la parte superior, obstruyendo el paso de la luz, lo que contribuye a crear la expectación de una primera visión del Tesoro.
El Tesoro es una antigua tumba nabatea tallada en roca arenisca. Mide unos 43 metros de altura por unos 30 de ancho y se cree que data del s. I a.C. Su ubicación, más protegida de la erosión que otras tumbas, ha permitido que se haya conservado mucho mejor. Los detalles de los capiteles de las columnas inferiores o los de los frontones superiores son un ejemplo de ello. Su nombre, el Tesoro, hizo que se contasen muchas leyendas sobre esta tumba; como que escondía en su interior el enorme tesoro de un gran emperador egipcio. Esto le costó que, en el s. XIX, un grupo de lugareños acribillasen a balazos numerosas zonas de la fachada, como la figura central o la urna superior, pensando que guardaban el secreto del tesoro escondido. Las balas se aprecian a simple vista. Una auténtica barbaridad.
Nos tomamos nuestro tiempo para contemplar el Tesoro y sacarnos un montón de fotos. Hay algunas personas que os saldrán al paso para ofrecerse a acompañaros a los miradores del tesoro. Hay dos miradores a media altura, enfrente del tesoro. Se sube a ellos con estos voluntarios, que por una tarifa elevada (unos 10€ por persona), te acompañan hasta arriba. Esta gente tiene el monopolio de estos dos accesos. Nosotros no subimos aquí porque no nos parecía bien, además algunos de estos guías eran niños que deberían haber estado en el colegio.
Así que después de la sesión de fotos frente al tesoro, seguimos a lo largo del siq hasta la subida al mirador principal de Petra.
Desde el tesoro, el pasaje se ensancha para dar paso al Siq Exterior, cuyas paredes están salpicadas de más de 40 tumbas y casas construidas por los nabateos en un estilo escalonado que recuerda a la arquitectura asiria. Se conoce como calle de las Fachadas y es de fácil acceso.
A la izquierda de la calle de las Fachadas se encuentran las escaleras para acceder al Altar de los Sacrificios y un poco más adelante, el Teatro.
Construido inicialmente por los nabateos (no por los romanos) hace más de 2000 años, fue esculpido en la roca seccionando en el proceso numerosas tumbas y cuevas. Lo ampliaron los romanas para acoger a unas 8500 personas hacia el año 106. Gravemente dañado por un terremoto en el año 363, fue desmontado parcialmente.
La gradería tenía capacidad para 3000 personas en 45 hileras de asientos. La zona para la orquesta se talló en la roca, y el escenario era una construcción de tres plantas con hornacinas con frescos y columnas de mármol. Los actores accedían por una de las tres entradas cuyos trazos aún son visibles. Bajo el suelo del escenario había almacenes y una ranura para bajar el telón. Cerca de la ranura se descubrió una estatua de Hércules casi intacta.
Colina abajo desde el Teatro, el Wadi se ensancha y crea una amplia avenida. A la derecha está el gran macizo de Jebel Al Khubtha, que domina el valle. En sus acantilados occidentales se excavaron algunas de las tumbas más impresionantes de Petra, conocidas como las Tumbas Reales. Al atardecer, iluminadas por la luz, ofrecen una estampa realmente inolvidable (hay un puesto de tés justo enfrente para contemplar la puesta de sol).
Se accede a las tumbas por una escalinata (que también conduce al mirador del Tesoro, 1 ½ h aprox ida y vuelta). La más destacada de las Tumbas Reales es la Tumba de la Urna, reconocible por la enorme urna situada sobre el frontón. Se construyó hacia el año 70 d.C para el rey Malichos II (40-70 d.C) o para Aretas IV (8 a.C-40 d.C). Su amplio interior, adornado con un estampado natural, mide 18x20m.
Esta tumba debe parte de su grandiosidad al pórtico dórico tallado en la roca a su izquierda, así como a la enorme terraza frontal, un elemento que fomentó su uso como catedral en el año 447. En la parte superior se ven tres aperturas inaccesibles
Recortadas entre las columnas, que también son tumbas. La central aún conserva la piedra de cierre donde aparece el rey ataviado con una toga.
Junto a la Tumba de la Urna se halla la Tumba de la Seda, notable por las magníficas espirales de roca con vetas rosas, blancas y amarillas en su fachada.
Si seguimos subiendo, encontraremos la Tumba Corintia, muy dañada, con elementos decorativos helenísticos en el nivel superior y un pórtico nabateo en el inferior. Recibe su nombre por los capiteles corintios adornados con motivos florales.
Un poco más arriba se encuentra la Tumba del Palacio, una preciosa imitación de un palacio romano. Destaca entre todas las tumbas por su fachada tallada en la roca, la mayor de Petra. Las puertas conducen a típicas cámaras funerarias sencillas, mientras que las 18 columnas del nivel superior constituyen el elemento más llamativo de la tumba. Cabe destacar que la esquina superior izquierda está construida, no tallada, ya que la pared de la roca no tenía longitud suficiente para completar la fachada.
A unos 150m al norte de la Tumba del Palacio el camino se desvía hacia la derecha, y tras unos 20min de dura subida, se allana en una cisterna nabatea, hoy ocupada por una tetería beduina. Hay que seguir hacia el sur por un camino de tierra, que desciende por un wadi seco durante unos 15min y luego entra en un pequeño barranco. Un sendero cuesta abajo todo de piedras acaba en un estrechamiento en el camino.
Hay que ir siguiendo las señales amarillas en el suelo para no desviarse. Ahí pasamos como pudimos, ayudándonos incluso de las manos para no resbalar, y llegamos a una explanada con el acceso a un puesto beduino con las vistas más increíbles que hemos contemplado en nuestras vidas!!. Había poca gente y pudimos pasar un buen rato allí. Nos tomamos un té de menta sentados en el suelo, con los pies colgando al vacío y el tesoro abajo. IMPRESIONANTE!
Tardamos en total unas dos horas, contando con el tiempo que pasamos arriba. Mi madre, nuestra viajera senior, nos esperó abajo. En el camino principal, justo debajo de las tumbas, hay varios puestos para tomar algo y un buen puñado de puestos de souvenirs. Además, tenían WIFI y pudimos estar comunicados en todo momento.
Una vez abajo, desde el Teatro, una calle columnada marca el centro de la ciudad antigua. Se construyó sobre el año 106 dC y sigue el tradicional patrón romano. En su día, las columnas de arenisca cubiertas de mármol flanqueaban esta vía de 6m de ancho, cuyos pórticos cubiertos daban acceso a las tiendas.
Al principio de la calle columnada está el ninfeo, una fuente pública del S. II d.C. cuya agua llegaba canalizada desde el Siq, Hoy queda poco que ver, salvo el árbol de 450 años que ofrece una agradable sobra.
En esta calle también están los escasos restos del mercado y las irreconocibles ruinas del Palacio Real. La calle termina en el portal de Temenos, del S.II d.C. Originariamente tenía enormes puertas de madera y marcaba la entrada al Temenos de Qasr Al Bint, que separaba la parte comercial de la ciudad de la zona sagrada del templo. Se pueden ver algunos frisos florales. Enfrente están las escasas ruinas de los baños nabateos.
También destaca el Gran Templo nabateo del S. I a.C. Sufrió graves daños durante un terremoto, pero siguió usándose de diferentes formas hasta finales de la época bizantina. En su centro se yergue un teatro en miniatura. El templo medía 18m de altura y el recinto tenía 40x28m. En su interior estaba cubierto de estucos de color rojo y blanco. Los arqueólogos debaten sobre la función de este templo. Algunos sugieren que los nabateos los utilizaron como sala de audiencias reales, y parece que los romanos lo usaron más tarde como centro cívico.
Junto a éste se encuentra el Templo de los Leones Alados, recientemente excavado, construido sobre el 27 d.C. Recibe el nombre de los relieves de leones tallados en todas sus columnas. Probablemente estaba dedicado a la diosa de la fertilidad (Atargatis).
Una marquesina cubre los restos de la Iglesia de Petra, conocida como Iglesia Bizantina. El suelo presenta algunos mosaicos que figuran entre los mejores de la región y que originalmente también cubrían las paredes.
Al final del recorrido se encuentra el Qasr al Bint, una de las pocas estructuras independientes de Petra, construida sobre el 30 a.C por los nabateos. Más tarde fue adaptado al culto por los emperadores romanos y destruido hacia el S. III d.C. Los beduinos lo llaman castillo de la Hija del Faraón, pero el templo se construyó originalmente para ser dedicado a los dioses nabateos. Tenía escaleras de mármol, imponentes columnas y un altar.
Detrás de Qasr al Bint se encuentra la zona de la cuenca, donde el wadi principal se ensancha en el fondo del valle. Aquí se encuentra dos restaurantes, y es el punto ideal para comer y descansar antes o después de subir al monasterio.
Como íbamos bien de tiempo, decidimos subir al Monasterio antes de comer. Loli se esperó abajo, en la zona de los restaurantes y nos esperó mientras exploraba la zona baja de Petra.
El antiguo sendero, excavado en la roca, con más de 800 escalones, sigue la ruta procesional. Hay que tener cuidado con los burritos que suben a toda velocidad, ya que suelen haber caídas por culpa de estos simpáticos (y a menudo maltratados) animales. Hay que ir vigilando y apartándose de su camino cuando suban. Toda la subida está repleta de puestos de artesanía y souvenirs y de algún que otro bar.
Después de unos 40 min de subida se llega a una vasta meseta dominada por la monumental fachada de Ad Deir, el llamado Monasterio, que se aprecia en todo su esplendor con las numerosas cámaras de roca, nichos de culto, lugares de rito y cisternas en las inmediaciones, y los promontorios sobre el acantilado occidental ofrecen vistas impresionantes de las montañas y del amplio Wadi Araba situado unos 1.000 m más abajo.
El nombre árabe "Ad Deir" (el Monasterio) fue dado al lugar por los beduinos por las cruces que hay inscritas en la pared interior que datan de la época bizantina. El monumento con su imponente fachada de 47 m de ancho y 48 m de alto, y la gran sala que hay detrás, fueron tallados directamente en la montaña a mediados del siglo I d.C.
Su estructura sigue el modelo del Khazneh (Tesoro), pero sin tumbas en su interior, ya que no se trata de un mausoleo. En el nicho elevado de la pared trasera se encontraron rastros de un betilo removido posteriormente, y a ambos lados de la cámara hay bancos planos y anchos, lo que indica que fue un lugar de culto. Es posible que una rica hermandad celebrara aquí sus simposios (banquetes rituales) en homenaje al rey nabateo Obodas II (reinó 30 - 9 a.C.), quien fue deificado después de su muerte. Esta suposición se basa en una inscripción encontrada cerca de Ad Deir.
Enfrente del monasterio hay algunos puestos para reponer fuerzas tomando un té con los beduinos antes de iniciar el descenso.
Una vez ya de regreso (1h30min ida y vuelta), y otra vez los tres juntos, fuimos a comer en el Nabatean Tent Restaurant. Hay un buffet por 12 JOD que está bastante bien. Después de reponer fuerzas y descansar un rato iniciamos el camino de regreso (unos 4km hasta el centro de visitantes), deteniéndonos más en los templos de la avenida principal y el teatro. De nuevo en el Tesoro, nos tomamos un té de menta (otro más!) justo enfrente de la fachada y nos maravillamos por última vez, de este fascinante lugar.
Desandamos el siq con más pena que otra cosa, disfrutando de los colores del atardecer, y una vez fuera del recinto arqueológico, visitamos el museo situado en el centro de visitantes.
Exhaustos pero felices, regresamos al hotel antes de salir a cenar por los alrededores. Hay poco que hacer en esta zona. Una calle con unos cuantos bares de pizzas y poco más. Como estábamos muy cansados no nos apeteció desplazarnos hasta el pueblo de Wadi Musa. Hemos de añadir que estábamos convencidos de que nos robaron algo de dinero de la caja fuerte en el hotel. A pesar de que los jordanos son gente muy amable, Petra es un lugar muy turístico, y en los hoteles saben que no vas a volver en todo el día, así que no os descuidéis!. Cenamos una pizza y nos fuimos a dormir con el recuerdo de otra Maravilla del Mundo aún en nuestra retina.