Después de desayunar continuamos con la visita de Pérgamo. Visitamos la acrópolis, situada en lo alto de una colina a la que se puede llegar en coche o en funicular. Si se sube en funicular, se puede aprovechar para disfrutar de las vistas de otras ruinas que se encuentran en la colina. Cuando llegamos nosotros, el funicular no funcionaba, no sabemos si debido a la pandemia o porque era muy pronto, así que subimos con nuestro coche hasta la entrada.
La Acrópolis era la zona de residencia de la familia real y los notables del reino, por lo que hay restos de varios palacios. Además se aprecia la muralla que rodeaba esta zona.
La puerta principal da acceso a la zona de los Palacios Reales, si bien al contrario de lo que ocurre en otras ciudades helenísticas situadas en zonas llanas, la peculiar ubicación de Pérgamo no permitió la construcción de palacios monumentales.
A continuación se llega a los llamados Arsenales, donde se ubicaban las instalaciones militares y donde vivían los oficiales de la corte, un lugar curioso es un pozo circular con una columna en medio. Probablemente estaría cubierto con una cúpula, lo que supondría uno de los intentos más tempranos de cubrir un espacio con este método. El sistema estaba tan poco perfeccionado que necesitaba un apoyo central.
En un extremo de esta zona se conserva un buen tramo de muralla. Luego se pasa por la Biblioteca y el Templo de Atenea antes de llegar al Trajaneum.
Este templo, dedicado a Trajano y a su sucesor Adriano, tiene los restos más llamativos de todo el conjunto, y es el único edificio que se conserva de la época romana en la Acrópolis.
Por un túnel se llega al teatro. Muchos teatros antiguos se construían aprovechando las pendientes de colinas, pero éste es un caso extremo. Las filas de asientos se adaptan como pueden a la ladera empinadísima y el conjunto produce una cierta sensación de vértigo.
En un teatro que podía acoger hasta 10.000 espectadores el efecto es espectacular.
En un extremo del teatro se encontraba el Templo de Dionisio y, en el otro, el Altar de Zeus.
Éste último, uno de los edificios más imponentes de toda la Antigüedad, se encontraba cubierto con magníficos relieves que representan las batallas entre los dioses y los gigantes.
Los arqueólogos alemanes que excavaron en Pérgamo se los llevaron a Alemania y ahora se encuentran en el Museo de Pérgamo en Berlín (cerrado por retauración). Ahora en Turquía sólo queda la base de este gigantesco altar y resultaría imposible imaginarse cómo sería este lugar hace 2.000 años si no conociéramos el museo berlinés.
Si se desciende a pie desde la Acrópolis (o si subimos/bajamos en funicular), se pasa por la llamada Ciudad Media con distintos restos como el Templo de Démeter, el Gimnasio (el más grande que se conoce del periodo helenístico), el llamado Edificio Z y el palacio de Átalo I.
Después de visitar la acrópolis de Pérgamo seguimos nuestra ruta hacia Kusadasi, con una paradita para comer en Foça, en el Sahil Balık Restaurant, otra vez pescado al filo del mar. ¡Buenísimo!
Parada de Ulises en su viaje de vuelta a Ítaca, Foça es uno de los ejemplos más bellos de antiguo y tranquilo pueblo marinero del Egeo en Turquía.
Dividida en dos pueblos, Eski Foça (vieja Foça) y Yeni Foça (nueva Foça). Su nombre proviene de las focas monje que durante años habitaban la zona pero que cada vez son más difícil encontrarlas.
Cuenta con una gran influencia griega en su arquitectura debido a la comunidad griega que ocupaba esta zona durante el imperio otomano.
Lo mejor es perderse entre sus antiguas casas de piedra y el puerto repleto de pequeños barcos de pesca, restaurantes y cafeterías. En el extremo sur de Foça se encuentran las murallas restauradas de época bizantina que pertenecían al embarcadero del antiguo castillo. Comimos en el puerto un fantástico pescado. De entrantes, como ya empezaba a ser costumbre, unos boquerones en vinagre exquisitos, y las aceitunas y el pan de pita que te sirven nada más sentarte. ¡Qué bien se come en Turquía!
En todas las calles del pueblo se pueden ver unas graciosas farolas con unos dibujos de focas, que Julián bautizó como “focarolas”. ¡Son muy divertidas!.
Después de comer y pasear por este bonito pueblo pesquero, seguimos nuestro camino hacia Kusadasi y nos instalamos en nuestro hotel, el Ilayda Avantgarde, donde pasamos las siguientes dos noches. Se trata de un hotel moderno con todas las comodidades, en el mismo paseo marítimo, ideal para salir a cenar.
Kusadasi significa «Isla de los pájaros». Debe su nombre a una pequeña isla que ahora está unida por un dique al muelle, la Isla de la Paloma. Cuenta con artesanía y palomares sobre pilotes, pero sobretodo es un lugar agradable para pasear junto al mar.
Al este se encuentra el puerto de los cruceros, y junto al puerto empieza la zona del Gran Bazar, el bazar Oriental y el de la Especias. A lo largo de todo el paseo marítimo hay muchas opciones para comer, y en el puerto, hay un rincón con restaurantes realmente bonito para comer un buen pescado.
Como no teníamos mucha hambre, comimos en el paseo, en un bar más sencillo y nos fuimos a descansar.